--Carta
Segunda--
Querida
mía, he estado mirándote muy de cerca.
No
temas, pero estuve mirándote hasta en los momentos más íntimos; si, tú sabes
bien cuales fueron esos momentos de los que hablo…
Ha
sido duro, no te lo negaré, verte caer con tanto dolor al suelo y llorar hasta
quedarte sin voz. Las noches tan largas, los días sin luz.
No
quiero recordarte todo, creo que conoces bien lo que cargas a tus espaldas. Me
siento tan mal que ninguna expresión sería acertada para hacerte entender lo
que siento. Creo que te he fallado.
Así
que no me queda más remedio que escribirte, ya que no quieres hablar conmigo
desde hace tiempo. Es comprensible. Pero antes que nada debes saber, como te
digo al comienzo de esta carta, que he estado mirándote, siempre, en todo momento.
Espero que no te incomode mi intromisión pero entiéndeme, tú, y tu vida, me
importan tanto como la mía.
Ahora
quiero hablarte de algo…
Desde
el día que apareciste en este mundo, y contigo, yo también, no ha habido día ni
noche que yo no haya deseado protegerte de todo mal. Creciste, y te convertiste
en una hermosa mujercita que, con su pasión, parecía querer devorar el mundo
entero. Eras tan fuerte y yo te sentía tan cerca.
Y
llegó… la vida te dio su primer golpe. Caímos al abismo. Yo solo pensaba en
insuflarte fuerzas para que te levantases. Lo hiciste, valerosa. Te amé por
aquello y me volví más fuerte.
Volvió
la vida a hacerte sonreír, y bailé de júbilo.
Crecías…
seguías creciendo… pero siempre tan chiquita, tan dulce.
Pasaste
de niña a mujer.
Y llegaron
las grandes heridas, las terribles pérdidas, las miradas al cielo preguntando
“¿Por qué?”… No sabes cómo me dolía cuando apartabas los ojos del cielo
repletos de furia.
Desde
aquel entonces, querida mía, nos has vuelto a ser la misma. Parece que la vida
tampoco te ha dado mucha tregua. Y yo estoy muriendo de verte así. Tú no lo
sabes, pero me estoy muriendo.
Quiero,
a través de estas líneas que te escribo, que reconsideres tú silencio y me
hables. Yo lo estoy deseando. Te espero cada día.
No
es el final, mi niña, tenemos mucho que hacer, mucho que ver, y por Dios,
tenemos mucho que sentir. Quiero que agarres con fuerza la mano que un día me
diste, que me mires y sepas que estoy contigo, a cada lugar al que tú vayas;
que no te sientas sola y seques tus lágrimas con mi compañía. Quiero verte caer
al suelo, pero de risa. Quiero que no tengas miedo y que te atrevas, porque así
es la vida, mi niña, un constante
atreverse.
Ya
vale de dar tu esplendido amor a quien no lo abraza como puro tesoro. Aléjate
de quien no te adore por la persona que eres. Y no permitas que nadie, JAMÁS,
vuelva a hacerte sentir pequeña.
Porque
tú, mi querida niña, eres Grande.
Estoy
tan feliz de ser parte de ti y de que tú lo seas de mí.
Vamos
de nuevo con fuerza, levántate y sé valiente, como siempre lo fuiste.
Sorpréndeme, dame aliento, porque sin ti no soy nada.
Hazme
llorar de alegría, saltar de emoción, encogerme de sorpresa…hazme vivir. Porque
yo nací contigo, y contigo me iré.
Quiero
que vivamos esta vida con la ilusión que merece y que no tengamos que
lamentarnos por haber muerto antes de tiempo.
Yo
estoy muy cerca… ¿puedes oírme?...
Háblame,
mi niña, dame tu mano y, juntos, vivamos.
Con
todo el Amor que me cabe
Te
Quiere y te extraña
Tu
Corazón.
--Dedicado a mi Madre y a mi Padre. Por tanto.--
MADRE
LUNA
En la
noche del 18 de Agosto del 2014