Llegaba tarde; una densa
niebla había ocupado toda la zona.
Solo le pedía a Dios que una de aquellas sombras fuera mi hermano.
Mi hermano había conseguido escapar -o al menos eso creía- mi suerte llegó días después.
Ante la insoportable impotencia de estar atado de pies y manos, desde lo más profundo de mi corazón salió un alarido que recorrió todos los recovecos de aquel campo donde se nos había encerrado. Incluso la guardia se estremeció.
Mataron una a una a mis hermanas ante los ojos de mis padres.
Sinceramente no habría palabras para describir lo que ellos sintieron.
No conseguiría explicar el rostro de mi padre… y los gritos de mi madre. Cualquier palabra resultaría escasa.
Mi hermano Jacob y yo habíamos sido perdonados solo por el hecho de ser hombres jóvenes; aunque en ese caso, ambos, hubiésemos deseado la muerte.
La ultima en morir fue mi pobre madre, que en el minuto antes de ser atravesada por la infinidad de balas que dispararon contra ella, nos miró fijamente a los ojos y entre susurros nos dijo “Os amo hijos míos”
Al llegar al final del puente divisé el imperioso árbol que increíblemente seguía en pie. Cuando bajé la vista al frente observé como aproximadamente unas veinte o treinta personas se escondían entre las malezas. Algunas, tiradas en el suelo, fingían estar muertas.
En ese momento me di cuenta y me identifiqué...
Una muchacha que llevaba en sus ojos la marca del sufrimiento; una muchacha, que en un momento de desolación como el que vivíamos, me regaló la sonrisa más dulce que jamás había visto.
Se agachó al suelo y me rodeo con sus brazos; con un hilo de voz me dijo:
-Tranquilo, todo saldrá bien. Estoy a tu lado y vamos a salir de ésta.
Mientras caminábamos todos juntos me sumergí en mis pensamientos:
“Todos los días esperaré a mi hermano hasta que consiga llegar.
Sé que llegará, él es valeroso y muy astuto.
Ya siento como a cada minuto está más cerca.
Y si nunca llegase… sé… que al menos lo intentó.”
Para mi queridísimo amigo Pablo.
Solo le pedía a Dios que una de aquellas sombras fuera mi hermano.
Me sentía muy mal; mi
cuerpo estaba exhausto y mi mente revivía una y otra vez los
calvarios que había soportado. Aún así, mis pocas fuerzas me
alentaban para continuar.
El miedo y la
incertidumbre me invadieron el corazón, pero seguí caminando y
rezando en silencio.Mi hermano había conseguido escapar -o al menos eso creía- mi suerte llegó días después.
Antes de que todo
comenzase, recuerdo una conversación entre él y yo en la que
decíamos que si algo sucediese nos escaparíamos y acudiríamos a la
entrada del puente que unía la ciudad con el bosque.
En aquel lugar, hoy
desértico y destrozado por las bombas, jugábamos cuando éramos
niños. Mil y una aventuras imaginábamos; su frondosa vegetación
daba lugar a nuestras fantasías, sus altísimos árboles se
convertían en guaridas o villanos. Cualquier historia era posible en
el bosque. Solos e inocentes, nunca podríamos llegar a imaginar lo
que en unos pocos años sucedería.
Continué caminando con
paso temeroso mientras la niebla me dibuja siluetas que me hacían
temblar de pánico ante la idea de que los alemanes nos hubiesen
tendido una emboscada.
Escapé de ese horrible
lugar camuflado entre los cadáveres durante horas que se hicieron
infinitas. Soporté el hedor de los cuerpos que yacían amontonados
sin ninguna piedad ni respeto. Lloraba y me mordía la lengua para
paliar el llanto. Me retorcía de rabia al pensar en que manera
tantos inocentes habían sido aniquilados sin la más mínima razón.
Y solo un anhelo me
mantenía con la calma para no matarlos a todos… Tenía que
encontrar a mi hermano.
Mis padres y mis hermanas
fueron fusilados ante nuestros ojos.
Cheri no tenía ni siete
años cuando un hombre sin alma la encañonó en la cabeza y disparó
sin dudarlo. Su pelo dorado se coloreó de sangre y la luz de sus
enormes ojos marrones se desplomaron contra el suelo. Ante la insoportable impotencia de estar atado de pies y manos, desde lo más profundo de mi corazón salió un alarido que recorrió todos los recovecos de aquel campo donde se nos había encerrado. Incluso la guardia se estremeció.
Mataron una a una a mis hermanas ante los ojos de mis padres.
Sinceramente no habría palabras para describir lo que ellos sintieron.
No conseguiría explicar el rostro de mi padre… y los gritos de mi madre. Cualquier palabra resultaría escasa.
Mi hermano Jacob y yo habíamos sido perdonados solo por el hecho de ser hombres jóvenes; aunque en ese caso, ambos, hubiésemos deseado la muerte.
La ultima en morir fue mi pobre madre, que en el minuto antes de ser atravesada por la infinidad de balas que dispararon contra ella, nos miró fijamente a los ojos y entre susurros nos dijo “Os amo hijos míos”
Fue en ese preciso momento
cuando en mi corazón nació el odio.
Mi consuelo se basaba en
trazar una estrategia para vengar las salvajes muertes de mi familia.
Pero mi hermano Jacob tenía dieciséis años y no podía dejarle
huérfano. Tarde o temprano me habrían asesinado como hacían con
todo el que se revelaba contra ellos.
Ya casi estaba en las
puertas del bosque; lo podía oler, lo podía sentir, aunque la
maldita niebla no me dejase ver a más de cincuenta metros. Las sombras iban
acompañadas de pequeñas notas de voz que no hablan en alemán. Eran
como susurros; eso me tranquilizaba ya que solo hablamos tan
levemente los que estamos escapando.Al llegar al final del puente divisé el imperioso árbol que increíblemente seguía en pie. Cuando bajé la vista al frente observé como aproximadamente unas veinte o treinta personas se escondían entre las malezas. Algunas, tiradas en el suelo, fingían estar muertas.
En ese momento me di cuenta y me identifiqué...
-No soy alemán, por favor
salgan, vengo escapando del campo, por favor ayúdenme… por favor
ayúdenme… por favor…
Toda la tensión brotó de
mi cuerpo y rompí a llorar.
Caí al suelo y me
acurruqué como un niño asustado cuando, una mano se deslizó
suavemente por mi cara, levanté la mirada y vi a una muchacha con la
cara llena de golpes y las ropas rotas. Una muchacha que llevaba en sus ojos la marca del sufrimiento; una muchacha, que en un momento de desolación como el que vivíamos, me regaló la sonrisa más dulce que jamás había visto.
Se agachó al suelo y me rodeo con sus brazos; con un hilo de voz me dijo:
-Tranquilo, todo saldrá bien. Estoy a tu lado y vamos a salir de ésta.
Me quedé en paz fundido
en sus brazos. Después de tanto horror, el cariño y la dulzura
sabían a agua fresca, a sol y a seda.
Supuse que con el
transcurrir de los años conseguiría asimilar las brutalidades que
viví; pero ese no era el momento de venirse abajo, sino de hacerse
más fuerte, de pelear más que nunca por nuestras vidas y por
supuesto, debía encontrar a mi hermano
Conocía perfectamente el
bosque y sus recovecos, y hasta que pudiésemos seguir nuestro camino
sin el temor a ser aniquilados por los alemanes, nos esconderíamos
en él.
Mientras caminábamos todos juntos me sumergí en mis pensamientos:
“Todos los días esperaré a mi hermano hasta que consiga llegar.
Sé que llegará, él es valeroso y muy astuto.
Ya siento como a cada minuto está más cerca.
Y si nunca llegase… sé… que al menos lo intentó.”
Para mi queridísimo amigo Pablo.
MADRE LUNA (2012)
Este pequeño relato, surgio a raiz de un juego que solia hacer con mi Amigo Pablo. El me daba una frase escrita en un papel y yo la continuaba. Las dos primeras frases son lo que yo recibi en un papel y a raiz de eso nacio el resto.
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