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jueves, 7 de febrero de 2013

LA BAILARINA Y EL SAXOFÓN






No sé muy bien como acabé en aquel antro...

Olía a ron y tabaco... (como yo)

Todo se movía a una extraña lentitud, como si el tiempo se hubiese vuelto loco.

Y yo ahí, plantada en mitad de aquel asqueroso y sucio lugar...

Tomé una silla y me desplomé sobre ella. La mesa estaba pegadiza, y tan solo pude alcanzar a ver la cara (distorsionada) de un joven mozo, que parecía ser el camarero.

Al pensar en lo que iba a tomar, recordé que venía haciendo toda la noche...

Me refugié en el alcohol... Necesitaba olvidar...
Y entendí, porqué todo se movía así de lento...

Llevaba desde las seis de la tarde, con una copa en la mano... pero no una... sino una detrás de la otra. Y ahora eran las once y pico de la noche.

Creo que voy borracha como una cuba... sí... creo no.... voy muy borracha.

Y he ido a parar aquí sin saber como demonios he llegado.


Pido mas ron... y noto la cara de asco que pone el camarero. (debo estar espantosa) Pero, ¿y qué? Estaba harta de complacer al mundo...

Por una vez, no me daba la gana de estar presentable, ni de guardar la compostura. Hoy estaba fatal... y no me salía del moño aparentar lo contrario.

Traen el ron...(por fin)
Y mientras sorbo con ansia la copa, comienzo de nuevo con la cantinela mental que me atormenta...

Estoy tan sola... tan sola... y triste...

Lo bueno de este sitio es que la gente que se sienta en las otras mesas, deben estar como yo... porque nadie esta sentado en parejas, y la verdad es que todos miran a la copa, como si de ella fuese a salir la solución a sus tormentas personales.

En fin... me da igual la gente... yo aquí estoy tan jodida como ellos, así que seguiré rebozandome en mis mundos y miserias.

De repente una lagrima se me cae dentro del ron...

Mi instinto filosófico rápidamente me hace entender, que si quiero seguir llorando... siga bebiendo.

Y sé que tiene razón... pero dejaré las filosofías para mañana. Ahora ya es demasiado tarde...

Casi no hay luz en este antro... pero si hay una diminuta tarima, que debe ser un escenario o algo así, y un foco que tiene más años que mi abuela. (que en Paz Descanse)

Agacho la cabeza y la recuesto sobre mis brazos... cuando por mis oídos se cuela un curioso sonido... no levanto la cabeza... quiero disfrutar que mi estado de embriaguez me hace percibir todo con más intensidad.

Es un saxofón... eso seguro... pero es terciopelo para mis sentidos...

Las notas son lentas... parece que se arrastren. Y cuando consiguen salir, se vuelven puras seductoras... erizan mi piel... como si fuese el tacto de una mano de hombre, acariciando mi espalda.

Es sensual y a la vez amarga... tiene el dolor del desamor y la pasión de un nuevo amante. Decido levantar la cabeza...

Un hombre, que se medio apoya en la banqueta, es el causante de ese mágico sonido.

Trato de concentrarme en aquella hermosa melodía, pero el alcohol, que ya ha causado sus estragos en mí, hace que llore como una imbécil, cada vez que el saxo se queja entre notas rasgadas.

Los hielos se han derretido en la copa y el color tostado de mi ron, ahora esta mas bien color caqui, pero me da igual... creo que jamás en mi vida me había sentido tan seducida por una melodía. Lo que viene siendo “seducida”.

Y mientras navego en mis pensamientos, alguien se sienta a mi lado. Hay poca luz, y yo... bueno aunque no me he terminado el ron, creo que mi estado de atención no es muy eficiente.

El hombre que tocaba el saxo estaba ahí... a mi lado.

Supongo que vio los miles de pañuelos que estaban esparcidos por mi mesa, me miro a los ojos... mi mirada era una mezcla entre tristeza y seriedad.
No me conocía de nada y se atrevía a hablarme con los ojos de esa manera.

De una forma muy extraña, que no pienso explicar, entendí que esa persona estaba ahí a mi lado hablándome con los ojos, por algo.

Que no era un extraño a fin de cuentas y que aunque su cara no me era familiar, su mirada no me resultaba del todo desconocida.

Miró la copa... la retiró y se marchó.

Acto seguido, enfundó el saxofón, se lo cargó a la espalda y se fue.

Quedé tan perpleja, que la borrachera se me curó de golpe.


Volví a casa despacio, escuchando música... y pensando en esa mirada.

Me estaba hablando con los ojos... y era aún más raro, pero sentí que se metía dentro de mi mente y me decía... “Sigue... no te rindas”

Aquella noche era crucial... estaba decidiendo si seguir o retirarme de mi sueño. Me emborraché solo porque tenía tanta amargura dentro que no sabía como paliarla, aunque solo fuese por un rato.


Y resulto demasiado... las palabras de aquel hombre en mi mente.



Al llegar a mi casa, me reencontré con mi frustración...

Antes de irme había destrozado a jirones mi más preciado traje... estampé contra la pared varias fotos y rompí un par de zapatos con los que solía entrenar. Me juré que jamás volvería a bailar...


Pasaron los días, y solía dejarme ver por aquel antro, esperando que el misterioso saxofonista apareciese de nuevo con su música y su mirada.

Pero no... no le volví a ver...

Fue extraño, pero sentía que le echaba de menos...

Él había plantado una semilla en mí... se metió en mi mente y con su frase, me dejó sembrada ( y plantada).

Al cabo de unos meses de retiro... de intensa lucha interna... regresé a mi amado mundo...

Me volvieron a temblar las manos al abrocharme los zapatos...

Pues dice mi Maestro,
Cuando a una bailarina no le tiemblen las manos de emoción al abrocharse los zapatos... es su fin”

Pero yo necesitaba alejarme... había sufrido mucho por varias situaciones que sucedieron encadenadas. Y ni me temblaban las manos, ni me respondía el corazón. Así que me alejé... para reinventarme.

Y las palabras de aquel hombre... fueron de vital importancia.

Dejé de aparecer por el antro...

Pero en muchas ocasiones... cuando caminaba por la calle hacia mi trabajo, cuando leía un libro en el autobús, o simplemente paseaba sin rumbo... sentía su presencia. Como si él estuviese por allí y me estuviese observando.
Y lo cierto, es que la idea no me incomodaba en absoluto.

Regresé a mi mundo de Baile... de amores y pasiones, bailadas en un abrazo eterno.

Volví a sentirme en paz conmigo misma y con el mundo.

No sería ninguna estrella... no actuaría en grandes escenarios... tampoco podría dedicar todo mi tiempo a mi pasión, dado que tendría que seguir ganándome el sustento. Pero a mí me bastaba...

Era una bailarina... mejor, peor, del montón... ¡¡¡qué mas da!!!

Lo importante para mí, era seguir mimando a la niña que vivía en mi alma... aquella niña que bailaba por la casa con una fregona en la mano, gritando a los cuatro vientos que ella sería Bailarina.

Paso un tiempo relativamente largo... mi pelo había vuelto a crecer.

Caminaba por la calle... sonreía... me lo había pasado en grande. Habíamos organizado una reunión de Bailarines... lo que solemos llamar “Milonga” y me divertí bailando y charlando con mis amigos.

Hacía una noche muy agradable... con el abrigo abierto, asomaba mi bonito vestido negro, y mis tacones caminaban con mucha elegancia. Los zapatitos de baile, son como tesoros y se llevan solo para bailar. Cuando se termina, se guardan en su bolsita con cariño, hasta la próxima.

A lo lejos se veía llegar mi autobús, corrí hasta llegar a la marquesina. Justo a tiempo.

Me subí.
Debía ser el ultimo, porque estaba yo, y un señor que se sentaba al final. Me senté y mire las calles que atravesábamos.... pero de repente... sentí en mi nuca una punzada... me sentí observada... y la sensación no era incomoda... giré lentamente el cuello y aquel señor me miraba...

Abrazaba un gran bulto negro... como una funda de instrumento...
Entonces, y sin saber porqué, mis ojos se llenaron de lagrimas...

Me levanté y él también...

En la mitad del auto nos encontramos... El abrazaba la funda de su instrumento y yo la bolsita de mis zapatos...
Me sonrió y una lagrima se precipitó por mi mejilla...
No hicieron falta palabras... como aquella vez...
Me miró con ternura y le dibujé una bonita sonrisa.


En la frialdad de un autobús urbano... nos fundimos en un abrazo eterno.


Para siempre, colgado a mi cuello.


MADRE LUNA.

Con todo mi cariño y ternura... Para ti. Ya lo sabes.

En la madrugada del 5 de Febrero de 2013




1 comentario:

  1. Cuando una persona se queda con la mirada, que se clava en la tuya, es porque hay magia.
    A veces encontrarla en la calle, en un bar... incluso en el fin del mundo.
    Esta historia tiene algo que llega a la fibra. Como esas notas musicales que toca el hombre con el saxofón. Baile, "milonga", saxofón, zapatos de tacón... esto solo lo produce esta pequeña asociación de palabras con el condimento de la pasión de la creatividad que has puesto.
    Una historia bella, directa y sin preámbulos yendo al grano.
    Con un final soñado por ti. Aquí esta la verdadera literatura para mi.
    Que te divierta y te sientas satisfecha de ti misma.
    Seguramente tú amigo esta orgulloso y todo el que lee el blog también.
    Es una persona afortunada y que te lo agradecerá eternamente.

    Notas de Blues para tacones de Tango

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