Queridos
amigos, ésto va para todos vosotros:
Hace
casi cinco meses que no consigo escribir, te parecerá una locura
puesto que ahora me estás leyendo, pero es así.
Durante
este tiempo me perdí, me encontré y aguanté el chaparrón
agarrándome a lo único que tenía a mano... a mi misma.
He
tratado por activa y por pasiva de calmar mis angustias, de acallar
mis voces y de sobrellevar las zozobras que sacuden mi barco. Y es
cierto, tras la tormenta llega la calma, pero con la calma también
llegan las sensaciones que preceden a la fuerza dada.
Me
siento exhausta y es por eso que mi mente y mis manos se han
desconectado entre sí.
Antes
era distinto, una situación, un pensamiento o una determinada
experiencia conectaban directamente con mi fabrica de creatividad e
inmediatamente mis manos recibían el dictado.
Hay
buenos amigos que me recomendaron no escribir bajo impulso, pero al
menos, en aquellos tiempos, conseguía plasmar mi idea en escrito.
Hoy me siento impotente, que no vacía, pues esta mente mía no para
de captar y observar cosas de las que quiero escribir.
¿Quién
podría decirme lo que me está pasando?
Pregunté
a todos mis amigos escritores, artistas y gente rara como yo. Todos
coincidían en que es un bache, que hay que dejar un espacio para
reconstruir los tendidos eléctricos por los que viaja la inspiración
del artista; y que al parecer, a todos les ha pasado.
Pero,
¿qué hago mientras tanto?
Desesperarse,
básicamente. No es broma, es terrible tener la cabeza llena de ideas
y de historias y no poder terminar de escribir ni una sola. He
iniciado cerca de doce escritos de temas diferentes que quería
contar; digo doce porque son los que aún guardo a la espera de que
algún día pueda terminarlos. Pero en estos meses, fueron muchos los
que acabaron en la papelera.
Aquellos
que lean esto y se sientan en una postura parecida a la mía lo
entenderán. Es un quiero y no puedo.
He
hecho todo lo que me recomendaron: Alejarme de la escritura como si
de la peste se tratase. Pasear por lugares pacíficos con alto
contenido natural. Leer como si no hubiese mañana y hacer
actividades en las que haya contacto con las personas. Porque
últimamente, si no fuese por el trabajo que me saca de casa durante
unas horas, podría echar raíces en mi habitación.
Lo
he hecho todo y sigo bloqueada.
A
veces, tras un buen paseo por mi lugar secreto mi inspiración sube,
tomo asiento donde me pille, saco el cuaderno (que siempre me
acompaña), desenfundo el bolígrafo como una espada de mosquetero y
¡zas! Te pones a escribir como una posesa y a la media hora levantas
la vista alarmada por tu pérdida absoluta de la conciencia del mundo
y te das cuenta que has escrito como cinco páginas por las dos
caras. Te sientes bien, contenta. Recoges el chiringuito y regresas a
casa ilusionada pensando que el bloqueo ya es historia.
¡Ésto
es una basura!
Es
la frase que sale por tu boca cuando relees las parrafadas que has
escrito durante tu posesión. Y toda esa alegría hace las maletas y
antes de que la eches a patadas se marcha ella solita.
Entonces,
y ya poniéndonos serios, es cuando caes de nuevo en ese vacío
existencial que te hace preguntarte una vez más por qué te empeñas
en seguir escribiendo. Parece que lo haces cada vez peor y no te
entra en la cabeza. Esa es la peor etapa, la depresión, la falta de
sentido y la desmotivación.
Tengo la cabeza más tozuda y persistente que hayas podido llegar a
conocer.
Exacto,
soy una cabezota incorregible. Unos lo ven como un defecto, yo
discrepo. Hay que sacar provecho hasta de nuestros supuestos “errores
de fábrica”, y yo decidí aprovecharme de ello.
¿Cómo?
Pues animándome a mi misma. Recordándome lo que quiero y a dónde
quiero llegar. Aprendiendo de lo que me hizo daño y tratando por
todos los medios que no me vuelva a suceder. Aunque, con bastante
frecuencia, esa fuerza te abandona y te encuentras cara a cara con tu
bloqueo y te tiemblan hasta las pestañas.
Amigos
y seguidores de Madre Luna, éste no es un relato al uso. Más bien ha
sido un acto de sinceridad, de complicidad para con vosotros, de
confianza.
He
tenido muchas ganas de cerrar la página y olvidarme de todo. Pero
también he recibido aliento y fuerzas de aquellos que, muchas veces,
creen más en mi que yo misma.
No
es fácil, todos tenemos nuestras pequeñas tormentas personales
pero, es precisamente ese momento, en el que debes de aprender a
navegar y no dejar que el barco se pierda.
Hace
casi tres años me embarqué en mi propia odisea personal, la
creación de mi primera obra. Una historia que, para mí, es muy
importante. Algo que nació de la manera más curiosa y poco
convencional, pero que sin embargo, se ha convertido en una de mis
mayores ilusiones.
Es
ahí cuando aplaudo a mi persistencia, pues el sólo hecho de pensar
en no escribirla me llena de malestar. Realmente me horroriza.
No
sé si será una idea muy normal, pero quiero conseguirla, o al
menos, intentarla.
Hace
poco más de un mes me sucedió algo muy curioso a lo que quiero
hacer una especial mención.
Haciendo
una de mis actividades voluntarias en CR tuve un encuentro
maravilloso...
(Para
que lo entendáis os diré un pequeño dato: comencé mi obra hace
dos años y cuatro meses; y durante los primeros, creé a los dos
protagonistas de la historia, Azael y Aisha.)
Resulta
que haciendo la actividad, encontré en la vida real, tal y como la
había descrito hacía dos años atrás, e incluso con el mismo
nombre, a la protagonista de mi libro.
Fue
un momento mágico y nuevamente creí que las casualidades son un
tanto cuestionables.
Creo
que nos conocimos porque teníamos que encontrarnos. Porque a veces,
cuando no hallas respuesta a tus preguntas o consuelo a tus dolores,
la vida te envía las respuestas o el alivio a través de otras
personas.
Y eso exactamente fue lo que sucedió.
Con
una pequeña diferencia de edad entre nosotras, la joven, se abrió a
mí. Sus ojos eran tan sinceros que no podía dejar de mirarlos, sus
lágrimas me conmocionaron y no pude sentirme indiferente a su dolor.
Me traspasó el corazón.
Aún
teníamos que vernos la semana próxima, puesto que la actividad
duraba dos sesiones. Durante los días siguientes no pude dejar de
pensar en ella.
Pero
conseguí encender una pequeña luz en su interior con mis palabras; y
de un modo, que no sabría explicar, sentí que había llegado a un
lugar al que no dejaba entrar a mucha gente.
A
la semana siguiente terminamos la actividad y le mostré un pequeño
detalle que llevé para ella. El fragmento original en papel donde
nació Aisha como personaje protagonista de mi novela, ella lloró de
emoción. Yo me aguanté pero estuve a punto de unirme.
Y
sin darse cuenta, me ayudó a recuperar mis fuerzas perdidas y a
querer luchar por mi obra.
Hace
poco leí un libro que me recomendó una chica muy especial a la que
aprecio y admiro, “El mundo amarillo”, habla precisamente de
esto... no os digo más, os lo recomiendo. Pero gracias a él,
entendí que lo que viví con Aisha fue una encuentro entre
“amarillos”. Yo lo soy de ella y ella lo es de mi.
Así
que, si me estás leyendo Aisha, te digo una vez más... “Busca la
belleza de la vida, no tengas miedo, eres una mujer hermosa y
sensible. A veces te traerá problemas ser así, pero siéntete
orgullosa, pues tus ojos ven de una manera diferente. Ven los brotes
verdes que van naciendo en primavera, donde otros tan solo ven
plantas.”
Y
este mensaje es también para todos mis amigos y seguidores, pues
creo que necesitamos luz entre tanta oscuridad en la que vivimos; y a
veces se nos olvida que esa “luz” vive dentro de nosotros mismos.
Solo hay que tener fe, ilusión y fuerza para encenderla.
¡Muchas
Gracias por vuestro tiempo, amigos!
Éste
ha sido un pequeño acto de expulsión. He comenzado contándoos una
realidad que me afecta; he vaciado mi caja de los demonios y he
concluido, como siempre, con mi mayor cualidad...la Esperanza.
Sé
que el bloqueo me seguirá dando guerra, sé que habrá meses en los
que no consiga escribir más de un párrafo; pero también sé, que
dónde quiera que lleguen mis palabras habrá alguien leyéndolas y
posiblemente, sonría al sentirse identificado o conmovido por lo que
en ellas cuento. Es el mejor de los regalos que alguien como yo pueda
recibir, os lo aseguro.
Terminaré
contado que estoy en la terraza de mi casa, con el atardecer
preparando su espectáculo de colores y con una cerveza con limón en
mi vaso.
Estoy
tranquila en estos momentos, me siento un poquito mejor. Pienso en
que todo tiene sentido y que aunque de vez en cuando perdamos el
rumbo, siempre hay algo por lo que vivir, por lo que luchar y por lo
que amar con todas nuestras fuerzas.
En
la tarde del diecisiete de Abril de dos mil catorce, estos son mis
pensamientos.
Porque ya era hora, de romper el silencio.
MADRE
LUNA
P.D:
Quisiera dedicar esta entrada a tres personas especialmente...
A
Dante, a quien admiro y amo.
A
Piel Roja, una persona especial con una sensibilidad especial.
Y
a mi Compi del Alma, que muchas veces revive mi pasión por mi sueño.