Translate

domingo, 3 de marzo de 2013

¡VETE! Y NUNCA VUELVAS



A los 24 años, y con una situación terrible y desconcertante a mis espaldas...

Decidí abandonarte.

No podía seguir ni un día más postergando la decisión, era ahora o nunca.

Te conocí hace años ya, no me caías muy bien al principio, pero supongo que de algún modo me acabé acostumbrando a tu constante presencia allá donde fuera.
Y dicen que el roce hace el cariño, pero no, lo que me unía a ti era algo peor... algo que comenzó como todo, de una manera casi improvisada, sin pensar apenas... hasta que se transformó en algo enfermizo.

Y ahora para ser sincera, maldigo ese momento.

Te convertiste en mi fiel compañero y en parte de mi sombra... siempre estabas ahí.
Al principio me avergonzaba de tu compañía, por lo que me escondía cada vez que estábamos juntos. Ni pensar en que mi familia supiese de nuestra “peculiar” relación.
He de reconocer que te critiqué incansablemente cuando me enteraba de que también te unías a mis amigos de verdad... lo gracioso es que ellos sabían cuanto te odiaba, pero luego a solas tu y yo, te trataba con sumo cariño.

Paso un tiempo... no muy largo... y cansada de esconderte, resolví a hacer público “lo nuestro”.

Siempre recordaré la cara de mis amigos cuando me vieron llegar contigo... agarrado a mi mano y yo sonriente.

Primero fue el silencio... mas tarde, las preguntas y finalmente la aceptación.

Ya era oficial... y por nada del mundo volvería a esconderte... bueno quizás sí... todavía era demasiado joven y demasiado pronto para hacérselo saber a mi familia. Ya sabes... la quinta de cinco hermanos siempre es demasiado joven para cualquier cosa.

Y sin más, nos encadenamos a una unión que cada día crecía y se hacia fuerte como el acero.

Yo no quería dejarte y tu... bueno tu eras muy posesivo, así que supongo que tampoco.

En algún momento traté de hacerte a un lado... dejarnos un poco de espacio... pero pronto volvía a mi mente tu recuerdo y terriblemente ansiosa te buscaba...
Y tu siempre volvías a mi, con la misma celeridad con la que yo pensaba en ti.

Al final me rendí y me entregué a nuestro destino.
Estaba condenada a tenerte a mi lado, y por mucho que hiciera, ya no había remedio.

Durante años me has acompañado, en lo bueno, en lo no tan bueno... pero sobre todo en lo malo. De eso sí que no me puedo quejar, cuanto peor estaba yo, más cerca estabas tu.

Hasta que llegó un día... sí... ese fatídico día, en que alguien muy importante, que además te conocía bastante, me hablo muy mal de ti.

Me quedé horrorizada... creo que incluso lloré... ¿como podías ser tan cruel? No era posible, yo te quería tanto y ahora, ya no sabía que pensar de ti.
Y como siempre, tu andabas cerca... llamándome sin cesar y yo haciendo verdaderos esfuerzos por no escuchar tus llamadas.

Me escondí durante días... trate de obviar tu recuerdo y por supuesto, las ganas tan dolorosamente terribles que tenía de verte.

He alardeado de una voluntad fuerte e inquebrantable, como un toro, llena de coraje y pasión. Dispuesta a afrontar las peores situaciones, brava y valiente ante todo... pero contigo... ¡maldita sea! Contigo he comprobado que no es oro todo lo que reluce, y que la mejor cualidad de mi personalidad, era tan solo un mísero espejismo.

Así pues... como una sabandija rastrera... volví a ti.
Ya me habían advertido, sabía lo asqueroso y cruel que eres... pero ya todo daba igual.. no podía vivir sin tu maldita compañía.

Te sentiste victorioso cuando volví... pude sentir tu sensación de poder sobre mí cuando te agarraste de nuevo a mi mano.
Yo tan solo pude agachar la cabeza y aceptar mi derrota.

Has vivido conmigo tantos años, que casi puedo decir, que en la gran mayoría de mis vivencias, tu, has estado ahí.
Pero como toda relación enfermiza y obsesiva, tenía que llegar el batacazo duro. “Ese” que te hace replantearte todo.

Por tu culpa, y por supuesto por la mía... mi salud se empezaba a quejar muy sonoramente.

Ya tenía suficiente con soportarte, (porque de una manera secreta comencé a odiarte) aunque me contradecía cuando más tarde volvíamos a vernos.

Pese a nuestras constantes idas y venidas, al final, acabábamos de nuevo juntos.

Tu y yo... yo y tu... ¿que sentido tenía? Me hacías daño, me obligabas a mantenerte, a serte fiel... me consumías la vida y lo trágico era... que yo te lo permitía.

Pero los batacazos empezaron a ser constantes... cada vez eran más duros y más salvajes. No me sobreponía de uno para que a continuación llegase otro peor...
Era el momento... sí... “ese” momento en que realmente te das cuenta de lo fugaz que es todo. Que cada día que tienes es un regalo maravilloso y divino... que como todos, haces planes para tu vida, y sientes el ardor de querer cumplirlos... pero en todo esto, había algo que no encajaba... Tu.

No podías seguir en mi vida... y solo de pensarlo, las sienes me estallaban, el corazón me latía descontrolado y la ansiedad se apoderaba por completo de mi... pero al igual que un día decidí no vivir sin ti... esta vez era distinto...

Si quería vivir... debía ser sin ti.

Así que con todo el dolor, la ansiedad, las palpitaciones y todo lo demás...

Decidí decirte ADIOS PARA SIEMPRE.

Estúpido vicio asqueroso, que no me has dado nada bueno... solo has estropeado mi salud y lo peor de todo... has insultado mi fuerza de voluntad... pero no...

Estuve equivocada... pero por fin encontré el valor para arrancarte de mi vida.

¡VETE! Y NUNCA VUELVAS.

 
Maldito cigarrillo... ¿realmente creías que podrías vencerme?


MADRE LUNA

3 DEL 3 DEL 13


Para todos los que como yo... han llegado a “ese momento”
Si realmente se quiere... se puede.