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jueves, 5 de diciembre de 2013

AQUELLOS OJOS TRISTES

Tenía la mirada perdida y los ojos enrojecidos, supongo que de llorar.

Yo la miraba desde mi asiento, no perdía detalle de cada gesto, de cada vez que sus dedos contenían alguna lágrima y ella suspiraba tratando de calmarse a si misma.

Me pregunté qué le estaría haciendo tanto daño; la persona que llora en un autobús, debe estar pasándolo muy mal. Yo jamás me atrevería a hacerlo, tantas personas desconocidas presenciando un momento tan duro e íntimo, no, yo no podría.
Pero ella estaba ahí, a tan solo unos metros de mi y su dolor me azotó el corazón.

Pensé, “¿cómo una muchacha tan bonita y delicada puede estar tan triste?". 
No sé por qué, lo primero que pensé fue en temas de amores. Puede que parezca descortés pensar genéricamente que las mujeres solo lloran por amor; pero sus lágrimas, aunque tratase de esconderlas, caían a plomo contra el suelo. Vi un par caer.
Conozco diferentes formas de llorar. Por suerte o por desgracia tuve que presenciar varias veces el sufrimiento en mi familia y había creado, de un modo subconsciente, una manera de diferenciar el llanto de una persona.

Ella estaba destrozada por amor, eso seguro. Su dolor salía de su cuerpo e impactaba contra el frío suelo de un autobús urbano. Yo me moría de ganas por levantarme y estrecharla en un abrazo tierno, como cuando somos niños y nos abrazan para serenarnos. Ella necesitaba precisamente eso, lo sabía, como si la conociese de toda la vida.

Sacó un libro y subió el volumen de su mp4 dando un par de toques a la pantalla. Se acomodó de nuevo los auriculares y volvió a perder la mirada por la ventana unos minutos más. El libro la esperaba recostado sobre sus piernas. Ella tenía sus manos sobre él, esperando la señal instintiva o el momento de salir de sus pensamientos para abrirlo.

La perpendicular me ofrecía la posibilidad de ver su espalda y parte de su perfil derecho, a veces, cuando giraba un poco la cara, podía ver sus ojos rojos y tristes.

Cuando me di cuenta, me había pasado varias paradas de la mía. No me importó en absoluto. Por una extraña razón me quería quedar y acompañarla en ese duro trayecto.
Dicen que las obras más sinceras y especiales se hacen de manera anónima, sin que esperes una medalla por ello, sin que pienses en que tienes un público al cual complacer. Yo estaba haciendo eso... un acto anónimo de apoyo y de cariño hacia una extraña que me inspiró tal ternura que no me vi con fuerzas de dejarla a su merced en ese autobús; cada uno en su asiento, sin saber tan siquiera nuestros nombres.

El recorrido era largo y lo agradecí. Cada minuto que pasaba mis ojos le hacían llegar toda mi energía, esperando y deseando que pudiese llegarle.
La estaba abrazando con la mente y le estaba susurrando al oído que ya había pasado lo peor, que estuviese tranquila.
Sería estupendo que esos libros que hablan de las energías y las fuerzas ocultas de los humanos tuviesen razón. Pueden parecer locuras, o pensamientos absurdos, pero creía un poco en ello y eso me alentaba para seguir enviándole mi apoyo a través de un silencioso diálogo energético.

Era curioso, pero por una vez en mi vida sentí que estaba donde debía estar y en el momento oportuno.

Ella permanecía inmóvil, congelada y estática en la misma posición. Solo su frente fue a descansar contra la fría superficie de la ventana. 
De repente, sentí que estaba más tranquila. "¿Habían funcionado mis energías?" Sonreí ante la idea de haber contribuido.
Ya solo quedaban cuatro personas aparte de ella y yo. El recorrido llegaba a su fin y sentí angustia. "¿Y si le hablo?" "¿Y si de un modo distendido le pregunto que le sucede?"
"¿Y si no la vuelvo a ver más?"
Pero todas las preguntas se vieron interrumpidas cuando se levantó, y yo, me quedé en blanco.

Ahora sí podía ver bien su rostro. Realmente estaba muy triste. Sus ojos eran muy bonitos pese a cargar con tanto dolor, se le marcaban con fuerza las ojeras y su cara estaba pálida como la de quien va a desfallecer.

Un segundo; tan solo un pequeño y maravilloso segundo, nuestras miradas se encontraron. Lo que sentí por dentro no tendría palabras existentes para describirlo.
Tras el fugaz instante, ella bajó los ojos al suelo y esperó a que llegara el momento de bajar. Yo pensé “ahora o nunca”. Pero mis labios estaban sellados, mis pies atornillados al suelo y mi espalda rígida contra el respaldo. Los únicos que permanecían vivos aún eran mis ojos, así que decidí usarlos para manifestar lo que mi cuerpo no podía.

Le clavé la mirada hasta que conseguí que se sintiese observada. Ella reaccionó frunciendo el ceño y levantando la cabeza de su escrutinio del suelo. Miró al frente y después a la derecha, justo donde mis ojos la estaban esperando.
Esta vez la mirada duró más.
Sin saber por qué, ella no quitó sus ojos de los míos; y así, se dijeron “Hola” por primera vez.

Antes de bajarse me regaló la mejor de las medallas... Su Sonrisa.

Sentí que había merecido la pena todo.
Me sentí en paz y pensé, que si aquel gesto podía significar un pequeño aliento para su dolor, entonces daba gracias a la vida por ser capaz de devolverle a un rostro destrozado por la tristeza, el nuevo comienzo de una sonrisa.


MADRE LUNA
Diciembre de 2013

En memoria de tantas lágrimas que caen para que llegue una sonrisa.








viernes, 28 de junio de 2013

LE PIANISTE DE LA LUNE

La primera vez que nos clavamos lo ojos, un intenso latigazo de electricidad cruzó mi cuerpo de norte a sur.

En aquél momento quedamos a merced del Universo, siempre tan caprichoso y, en ocasiones, desconcertante.

Dos horas antes yo me miraba al espejo de cuerpo entero. Mi vestido negro, bien ceñido a mi piel, me hacía sentir viva y deseable. Hasta yo misma me deseaba; pero no había tiempo, debía terminar de producirme.

Rasgué mis ojos con sombra negra y los afilé con una sutil linea que viajaba por la costa de mis pestañas. Acentué mis pómulos con un delicado toque amelocotonado, y levanté mis pestañas al cielo para que, en su batir, parecieran alas de ángel.
No tenía costumbre de pintar mis labios, así que tan solo les pasé una barra de brillo para humedecerlos, y que destacaran por su volumen y frescura, más que por su color.
Mi cabello caía con gracia en sus capas, haciendo aquella coqueta forma de casco que dejaba toda mi nuca al descubierto.

Estaba preparada para marchar cuando, me asaltó una intuición; de esas, que solo tenemos las mujeres.
Por alguna razón, aún desconocida, sabía que aquella noche traería consigo algo impactante, nuevo, y con suerte, placentero.

Aunque la siempre poderosa razón, me obligó a poner los pies sobre mis tacones de charol negro. Lo mejor sería no esperar nada; las expectativas frente a lo incierto de lo que puede deparar una velada, casi siempre suelen ser muy altas, y por supuesto, favorecedoras para uno mismo.
Pero si luego no se cumplen, la caída en picado del ánimo daba paso a una inevitable sensación de decepción y fastidio. Por lo que decidí que desoír aquella intuición.

Llegué y el salón estaba repleto de almas.
Unos ya calentaban sus cuerpos al son de la música mientras otros, buscaban ese calor en sus copas de vino.
Saludos, sonrisas y peticiones de baile me dieron la bienvenida.
Mientras esperaba la llegada de mi amiga, la sala no cesaba de recibir nuevos cuerpos sedientos de ese embrujo llamado Tango.
Saludé al camarero y le pedí una copa de vino, él me repasó con la mirada y su rostro se tornó, quizá, más sediento que el de los bailarines. Sabía lo que provocaba en él, y eso me gustaba.
Le dediqué una mirada felina y regresé a la mesa paseando con arte y sensualidad las piernas que mi madre me dio.
Al cabo de unos minutos, llegó mi querida amiga. Siempre tan hermosa y elegante; ella era la dama de rojo y yo, siempre de negro, la dama oscura.

Pedimos otra copa y nuestro sumiso camarero, que tragaría arena por una cita a solas con alguna de nosotras, las trajo al instante dejando la barra desatendida y llena de gente que esperaba su turno.

Resplandecientes llegaron nuestros hombres; por lo menos, los que a nosotras nos interesaban.

Normalmente solía disfrutar muchísimo en los brazos de aquellos bailarines. Bailar con alguien y sentir un juego silencioso de seducción, es algo poco habitual. Y aquellos a quienes consideraba “mis favoritos” en mayor o en menor medida me hacían sentir eso.
Pero aquella noche ni el vino, ni mi vestido, ni mis hombres consiguieron que mi cuerpo se despertase. Algo fallaba; y temí, muy a mi pesar, que aquella noche, sería como cualquier otra.

Regresé a la mesa resignada y algo deprimida. Mi dama de rojo percibió mi desánimo y quiso abstraerme conversando. Silenciosamente, deseaba que aquella noche sucediera algo, necesitaba despertar después de tanto letargo.

Y sucedió...
Una banda, compuesta por cuatro músicos, preparaba sus instrumentos sobre el escenario.
En realidad no puse mucha atención, muchas bandas habían venido a tocar, y ésta parecía ser como todas, o peor.

Pero la repentina bajada de luces me sorprendió gratamente y corté la conversación.
Todo estaba oscuro, salvo un pequeño foco de luz blanca que apuntaba desde el techo a los músicos que, inmóviles frente a sus instrumentos, esperaban el momento en el que se diera la entrada para comenzar a tocar.
No sé por qué, pero aquella escena me cautivó.
Cuatro hombres aguardaban con los ojos cerrados, vestían todos de negro. El que debía ser el cabeza de la banda llevaba un pañuelo blanco engarzado al cuello. No eran precisamente jóvenes, estaban en ese punto entre la juventud y la madurez, que los hacía súbitamente atractivos.

Toda la sala había quedado suspendida en un silencio expectante. Mi corazón golpeaba con fuerza dentro de mi pecho.
De repente, y a modo de susurro, la voz del cabecilla de la banda anunció la entrada a los músicos.
Un segundo después, la música brotó con pasión de los instrumentos.
No hubo persona en aquella sala, que no se estremeciera ante la fuerza de esas notas que se colaban por nuestros oídos, llegando a lo más profundo de nuestro corazón; conquistándolo, dominándolo y sometiéndolo al delirio de una música tan arrebatadora que resultaba imposible permanecer sentado.

Agarré por la corbata a uno de mis hombres.
Con la fiereza y sensualidad de una pantera, noté que devoraba con pasos a mi sorprendido caballero. Sentí la fuerza de cada nota y me dejé llevar.
Así, uno tras otro, los caballeros que pasaron por mis brazos saborearon conmigo aquella pasión desmedida.

Pero fue en los brazos de mi último bailarín cuando sucedió lo inesperado...

Él se sentaba al piano, tocaba con pasión; como si le estuviese haciendo el amor al teclado, como si sus dedos viajaran tecla por tecla haciéndolas estallar de placer. Sus ojos oscuros se cerraban cuando el ritmo se volvía fuerte, y se abrían con gesto cansado cuando la melodía se tornaba lenta. Estaba sentado ahí, pero disfrutaba de algo muy intenso qué, desde luego, no estaba allí.
Seguimos dando vueltas a la pista entre pasos, enrosques y alguna quietud que permitía a mi compañero saborear el aroma de mi perfume.

La canción llegaba a su fin cuando, abrazada a otro hombre que daba lo mejor de sí para deleitarme, yo miraba voraz a aquél extraño.
Y en un segundo, como si supiera perfectamente donde encontrarme, el pianista, me miró con semejante intensidad que mis piernas, siempre tan firmes, temblaron con violencia.
Nos quedamos enganchados en aquella furiosa mirada y una corriente eléctrica me atravesó el cuerpo.

Terminó el baile y también el repertorio de la banda.

Me faltaba el aire; me sentía turbada y excitada, ¿cómo era posible desnudar a alguien con los ojos de aquella manera? ¿cómo puede arder tu cuerpo de deseo por un auténtico desconocido?
Volví a mi mesa mientras la gente les aplaudía. No encontré las palabras adecuadas para contarle a mi amiga lo ocurrido y veloz escapé al baño para tranquilizarme.

El agua fresca caía desde mi nuca por la largura de mi espalda. Recordaba una y otra vez aquella mirada, aquello me excitaba cada vez más. Mi mente empezó a divagar en cómo sería aquel hombre en la intimidad. Y tras unos instantes de placenteras imaginaciones me dispuse a regresar y guardar las formas. Aunque en mi interior, la hoguera amenazaba con quemarme viva.

Traté de comportarme y actuar con normalidad, pero cada dos por tres, mis ojos le buscaban, y avergonzados, se escondían al descubrir que él también me miraba.
No me atrevía a ir sola a la barra; toda mi bravura parecía haberse escondido, y en cierto modo, me sentía intimidada por la intensidad de aquella atracción. Tan extraña y potente que, con cada mirada, prendía la hoguera que ardía dentro de mi.

Me agarré al brazo de mi amiga y nos acercamos. Los músicos, bebían y charlaban con la gente que les felicitaban por su concierto.
De reojo comprobé la distancia entre él y yo... estábamos tan cerca, que las primeras notas de mi perfume le saludaron.
Se encontraba de pie junto a otro miembro de la banda, pero ya no se escondía. Sus ojos repasaron lentamente mi silueta para después, detenerse en mi rostro. Le gustaba lo que veía, podía notarlo. Aquel descaro encendió el rubor de mis mejillas.

Me sentí un poco violenta y le miré desafiante para marcar limites.
Su expresión se volvió aún más sugerente, yo no podía aguantarme más. Necesitaba sentarme o caería desmayada ante aquél maldito pianista que me arrebataba el sentido.

Decidida me dí la vuelta y, en una fracción de segundo, el tacto de su mano llegó hasta mi brazo para agarrarlo. Me detuve en seco y giré la cabeza asustada, o mejor dicho, extasiada.
Me atrajo hasta la cercanía de su cuerpo y me susurró al oído “Sos una mujer muy especial”.
Me temblaba todo el cuerpo. Sentirle tan cerca; aspirar su aroma, notar su calor y oír su penetrante voz, me dejaron en blanco. No conseguía articular palabra, lo único que podía hacer era mirarle. Él parecía disfrutar con mi silencio.
Liberé mi brazo y volví a mi mesa temblando. 
Sin dudarlo ni un momento, le pedí a mi amiga que me sacara de allí.
Él me vio marchar... y nuestra última mirada lo dijo todo. No quería irme y él tampoco que me fuera. Pero una voz interior me decía de manera insistente que debía retirarme.

Nunca volví a saber de él.
Como única información sabía el nombre de la banda, y compré su disco... sólo por oírlo una vez más tocar el piano.

Una de sus canciones me seducía especialmente, y en las noches de luna llena, solía escucharla e imaginarle de nuevo.
Me apasionaba pensar que él estaba allí conmigo... acariciando mi cuerpo con esos dedos que hacían maravillas sobre teclado. Besando con la humedad de sus labios mi cuello, y apretando su cuerpo desnudo junto al mio... jadeantes, apasionados e insaciables. Como si quisiéramos bebernos mutuamente a base de besos; como si cada vez que entraba en mi cuerpo, fuese la primera vez que lo hacía; como si fuésemos fieras salvajes que trataban de devorarse.
Una mezcla equilibrada entre deseo y locura.
No había limites, no existía el tiempo, solo él y yo, y nuestra voraz manera de amarnos.

A veces me pregunto qué habría pasado si no me hubiese ido... pero creo que si ésta historia no hubiese sucedido así, probablemente, nunca hubiese merecido que le escribiera un relato en su memoria.


Dedicado al Universo.

MADRE LUNA


28 De Junio de 2013.




martes, 7 de mayo de 2013

RIO MIO... RIO EBRO




Te sientas frente al rio,

el agua fluye.

Las hormigas escalan por los pies desnudos,

el sol se oculta entre las nubes.

Cierras los ojos y sale de nuevo de su escondrijo,

sientes su calor sobre la piel.

Mama pata lleva a sus cinco patitos tras ella,

es la hora de comer.



No muy lejos, una muchacha, como yo, mira el fluir del agua, piensa,

sus ojos se pierden entre la belleza.



Es Hermoso.

Es Paz.

Es Amor.



Miro todo esto y doy Gracias.

Las preguntas cesan y solo puedo sentir que estoy aquí,

en este momento.

Contemplo la Belleza que tengo ante mis ojos.



Las nubes se mueven, el mundo sigue girando...


pero yo me he detenido un momento para mirarlo.



7 de Mayo. 2013



MADRE LUNA



domingo, 3 de marzo de 2013

¡VETE! Y NUNCA VUELVAS



A los 24 años, y con una situación terrible y desconcertante a mis espaldas...

Decidí abandonarte.

No podía seguir ni un día más postergando la decisión, era ahora o nunca.

Te conocí hace años ya, no me caías muy bien al principio, pero supongo que de algún modo me acabé acostumbrando a tu constante presencia allá donde fuera.
Y dicen que el roce hace el cariño, pero no, lo que me unía a ti era algo peor... algo que comenzó como todo, de una manera casi improvisada, sin pensar apenas... hasta que se transformó en algo enfermizo.

Y ahora para ser sincera, maldigo ese momento.

Te convertiste en mi fiel compañero y en parte de mi sombra... siempre estabas ahí.
Al principio me avergonzaba de tu compañía, por lo que me escondía cada vez que estábamos juntos. Ni pensar en que mi familia supiese de nuestra “peculiar” relación.
He de reconocer que te critiqué incansablemente cuando me enteraba de que también te unías a mis amigos de verdad... lo gracioso es que ellos sabían cuanto te odiaba, pero luego a solas tu y yo, te trataba con sumo cariño.

Paso un tiempo... no muy largo... y cansada de esconderte, resolví a hacer público “lo nuestro”.

Siempre recordaré la cara de mis amigos cuando me vieron llegar contigo... agarrado a mi mano y yo sonriente.

Primero fue el silencio... mas tarde, las preguntas y finalmente la aceptación.

Ya era oficial... y por nada del mundo volvería a esconderte... bueno quizás sí... todavía era demasiado joven y demasiado pronto para hacérselo saber a mi familia. Ya sabes... la quinta de cinco hermanos siempre es demasiado joven para cualquier cosa.

Y sin más, nos encadenamos a una unión que cada día crecía y se hacia fuerte como el acero.

Yo no quería dejarte y tu... bueno tu eras muy posesivo, así que supongo que tampoco.

En algún momento traté de hacerte a un lado... dejarnos un poco de espacio... pero pronto volvía a mi mente tu recuerdo y terriblemente ansiosa te buscaba...
Y tu siempre volvías a mi, con la misma celeridad con la que yo pensaba en ti.

Al final me rendí y me entregué a nuestro destino.
Estaba condenada a tenerte a mi lado, y por mucho que hiciera, ya no había remedio.

Durante años me has acompañado, en lo bueno, en lo no tan bueno... pero sobre todo en lo malo. De eso sí que no me puedo quejar, cuanto peor estaba yo, más cerca estabas tu.

Hasta que llegó un día... sí... ese fatídico día, en que alguien muy importante, que además te conocía bastante, me hablo muy mal de ti.

Me quedé horrorizada... creo que incluso lloré... ¿como podías ser tan cruel? No era posible, yo te quería tanto y ahora, ya no sabía que pensar de ti.
Y como siempre, tu andabas cerca... llamándome sin cesar y yo haciendo verdaderos esfuerzos por no escuchar tus llamadas.

Me escondí durante días... trate de obviar tu recuerdo y por supuesto, las ganas tan dolorosamente terribles que tenía de verte.

He alardeado de una voluntad fuerte e inquebrantable, como un toro, llena de coraje y pasión. Dispuesta a afrontar las peores situaciones, brava y valiente ante todo... pero contigo... ¡maldita sea! Contigo he comprobado que no es oro todo lo que reluce, y que la mejor cualidad de mi personalidad, era tan solo un mísero espejismo.

Así pues... como una sabandija rastrera... volví a ti.
Ya me habían advertido, sabía lo asqueroso y cruel que eres... pero ya todo daba igual.. no podía vivir sin tu maldita compañía.

Te sentiste victorioso cuando volví... pude sentir tu sensación de poder sobre mí cuando te agarraste de nuevo a mi mano.
Yo tan solo pude agachar la cabeza y aceptar mi derrota.

Has vivido conmigo tantos años, que casi puedo decir, que en la gran mayoría de mis vivencias, tu, has estado ahí.
Pero como toda relación enfermiza y obsesiva, tenía que llegar el batacazo duro. “Ese” que te hace replantearte todo.

Por tu culpa, y por supuesto por la mía... mi salud se empezaba a quejar muy sonoramente.

Ya tenía suficiente con soportarte, (porque de una manera secreta comencé a odiarte) aunque me contradecía cuando más tarde volvíamos a vernos.

Pese a nuestras constantes idas y venidas, al final, acabábamos de nuevo juntos.

Tu y yo... yo y tu... ¿que sentido tenía? Me hacías daño, me obligabas a mantenerte, a serte fiel... me consumías la vida y lo trágico era... que yo te lo permitía.

Pero los batacazos empezaron a ser constantes... cada vez eran más duros y más salvajes. No me sobreponía de uno para que a continuación llegase otro peor...
Era el momento... sí... “ese” momento en que realmente te das cuenta de lo fugaz que es todo. Que cada día que tienes es un regalo maravilloso y divino... que como todos, haces planes para tu vida, y sientes el ardor de querer cumplirlos... pero en todo esto, había algo que no encajaba... Tu.

No podías seguir en mi vida... y solo de pensarlo, las sienes me estallaban, el corazón me latía descontrolado y la ansiedad se apoderaba por completo de mi... pero al igual que un día decidí no vivir sin ti... esta vez era distinto...

Si quería vivir... debía ser sin ti.

Así que con todo el dolor, la ansiedad, las palpitaciones y todo lo demás...

Decidí decirte ADIOS PARA SIEMPRE.

Estúpido vicio asqueroso, que no me has dado nada bueno... solo has estropeado mi salud y lo peor de todo... has insultado mi fuerza de voluntad... pero no...

Estuve equivocada... pero por fin encontré el valor para arrancarte de mi vida.

¡VETE! Y NUNCA VUELVAS.

 
Maldito cigarrillo... ¿realmente creías que podrías vencerme?


MADRE LUNA

3 DEL 3 DEL 13


Para todos los que como yo... han llegado a “ese momento”
Si realmente se quiere... se puede.




jueves, 7 de febrero de 2013

LA BAILARINA Y EL SAXOFÓN






No sé muy bien como acabé en aquel antro...

Olía a ron y tabaco... (como yo)

Todo se movía a una extraña lentitud, como si el tiempo se hubiese vuelto loco.

Y yo ahí, plantada en mitad de aquel asqueroso y sucio lugar...

Tomé una silla y me desplomé sobre ella. La mesa estaba pegadiza, y tan solo pude alcanzar a ver la cara (distorsionada) de un joven mozo, que parecía ser el camarero.

Al pensar en lo que iba a tomar, recordé que venía haciendo toda la noche...

Me refugié en el alcohol... Necesitaba olvidar...
Y entendí, porqué todo se movía así de lento...

Llevaba desde las seis de la tarde, con una copa en la mano... pero no una... sino una detrás de la otra. Y ahora eran las once y pico de la noche.

Creo que voy borracha como una cuba... sí... creo no.... voy muy borracha.

Y he ido a parar aquí sin saber como demonios he llegado.


Pido mas ron... y noto la cara de asco que pone el camarero. (debo estar espantosa) Pero, ¿y qué? Estaba harta de complacer al mundo...

Por una vez, no me daba la gana de estar presentable, ni de guardar la compostura. Hoy estaba fatal... y no me salía del moño aparentar lo contrario.

Traen el ron...(por fin)
Y mientras sorbo con ansia la copa, comienzo de nuevo con la cantinela mental que me atormenta...

Estoy tan sola... tan sola... y triste...

Lo bueno de este sitio es que la gente que se sienta en las otras mesas, deben estar como yo... porque nadie esta sentado en parejas, y la verdad es que todos miran a la copa, como si de ella fuese a salir la solución a sus tormentas personales.

En fin... me da igual la gente... yo aquí estoy tan jodida como ellos, así que seguiré rebozandome en mis mundos y miserias.

De repente una lagrima se me cae dentro del ron...

Mi instinto filosófico rápidamente me hace entender, que si quiero seguir llorando... siga bebiendo.

Y sé que tiene razón... pero dejaré las filosofías para mañana. Ahora ya es demasiado tarde...

Casi no hay luz en este antro... pero si hay una diminuta tarima, que debe ser un escenario o algo así, y un foco que tiene más años que mi abuela. (que en Paz Descanse)

Agacho la cabeza y la recuesto sobre mis brazos... cuando por mis oídos se cuela un curioso sonido... no levanto la cabeza... quiero disfrutar que mi estado de embriaguez me hace percibir todo con más intensidad.

Es un saxofón... eso seguro... pero es terciopelo para mis sentidos...

Las notas son lentas... parece que se arrastren. Y cuando consiguen salir, se vuelven puras seductoras... erizan mi piel... como si fuese el tacto de una mano de hombre, acariciando mi espalda.

Es sensual y a la vez amarga... tiene el dolor del desamor y la pasión de un nuevo amante. Decido levantar la cabeza...

Un hombre, que se medio apoya en la banqueta, es el causante de ese mágico sonido.

Trato de concentrarme en aquella hermosa melodía, pero el alcohol, que ya ha causado sus estragos en mí, hace que llore como una imbécil, cada vez que el saxo se queja entre notas rasgadas.

Los hielos se han derretido en la copa y el color tostado de mi ron, ahora esta mas bien color caqui, pero me da igual... creo que jamás en mi vida me había sentido tan seducida por una melodía. Lo que viene siendo “seducida”.

Y mientras navego en mis pensamientos, alguien se sienta a mi lado. Hay poca luz, y yo... bueno aunque no me he terminado el ron, creo que mi estado de atención no es muy eficiente.

El hombre que tocaba el saxo estaba ahí... a mi lado.

Supongo que vio los miles de pañuelos que estaban esparcidos por mi mesa, me miro a los ojos... mi mirada era una mezcla entre tristeza y seriedad.
No me conocía de nada y se atrevía a hablarme con los ojos de esa manera.

De una forma muy extraña, que no pienso explicar, entendí que esa persona estaba ahí a mi lado hablándome con los ojos, por algo.

Que no era un extraño a fin de cuentas y que aunque su cara no me era familiar, su mirada no me resultaba del todo desconocida.

Miró la copa... la retiró y se marchó.

Acto seguido, enfundó el saxofón, se lo cargó a la espalda y se fue.

Quedé tan perpleja, que la borrachera se me curó de golpe.


Volví a casa despacio, escuchando música... y pensando en esa mirada.

Me estaba hablando con los ojos... y era aún más raro, pero sentí que se metía dentro de mi mente y me decía... “Sigue... no te rindas”

Aquella noche era crucial... estaba decidiendo si seguir o retirarme de mi sueño. Me emborraché solo porque tenía tanta amargura dentro que no sabía como paliarla, aunque solo fuese por un rato.


Y resulto demasiado... las palabras de aquel hombre en mi mente.



Al llegar a mi casa, me reencontré con mi frustración...

Antes de irme había destrozado a jirones mi más preciado traje... estampé contra la pared varias fotos y rompí un par de zapatos con los que solía entrenar. Me juré que jamás volvería a bailar...


Pasaron los días, y solía dejarme ver por aquel antro, esperando que el misterioso saxofonista apareciese de nuevo con su música y su mirada.

Pero no... no le volví a ver...

Fue extraño, pero sentía que le echaba de menos...

Él había plantado una semilla en mí... se metió en mi mente y con su frase, me dejó sembrada ( y plantada).

Al cabo de unos meses de retiro... de intensa lucha interna... regresé a mi amado mundo...

Me volvieron a temblar las manos al abrocharme los zapatos...

Pues dice mi Maestro,
Cuando a una bailarina no le tiemblen las manos de emoción al abrocharse los zapatos... es su fin”

Pero yo necesitaba alejarme... había sufrido mucho por varias situaciones que sucedieron encadenadas. Y ni me temblaban las manos, ni me respondía el corazón. Así que me alejé... para reinventarme.

Y las palabras de aquel hombre... fueron de vital importancia.

Dejé de aparecer por el antro...

Pero en muchas ocasiones... cuando caminaba por la calle hacia mi trabajo, cuando leía un libro en el autobús, o simplemente paseaba sin rumbo... sentía su presencia. Como si él estuviese por allí y me estuviese observando.
Y lo cierto, es que la idea no me incomodaba en absoluto.

Regresé a mi mundo de Baile... de amores y pasiones, bailadas en un abrazo eterno.

Volví a sentirme en paz conmigo misma y con el mundo.

No sería ninguna estrella... no actuaría en grandes escenarios... tampoco podría dedicar todo mi tiempo a mi pasión, dado que tendría que seguir ganándome el sustento. Pero a mí me bastaba...

Era una bailarina... mejor, peor, del montón... ¡¡¡qué mas da!!!

Lo importante para mí, era seguir mimando a la niña que vivía en mi alma... aquella niña que bailaba por la casa con una fregona en la mano, gritando a los cuatro vientos que ella sería Bailarina.

Paso un tiempo relativamente largo... mi pelo había vuelto a crecer.

Caminaba por la calle... sonreía... me lo había pasado en grande. Habíamos organizado una reunión de Bailarines... lo que solemos llamar “Milonga” y me divertí bailando y charlando con mis amigos.

Hacía una noche muy agradable... con el abrigo abierto, asomaba mi bonito vestido negro, y mis tacones caminaban con mucha elegancia. Los zapatitos de baile, son como tesoros y se llevan solo para bailar. Cuando se termina, se guardan en su bolsita con cariño, hasta la próxima.

A lo lejos se veía llegar mi autobús, corrí hasta llegar a la marquesina. Justo a tiempo.

Me subí.
Debía ser el ultimo, porque estaba yo, y un señor que se sentaba al final. Me senté y mire las calles que atravesábamos.... pero de repente... sentí en mi nuca una punzada... me sentí observada... y la sensación no era incomoda... giré lentamente el cuello y aquel señor me miraba...

Abrazaba un gran bulto negro... como una funda de instrumento...
Entonces, y sin saber porqué, mis ojos se llenaron de lagrimas...

Me levanté y él también...

En la mitad del auto nos encontramos... El abrazaba la funda de su instrumento y yo la bolsita de mis zapatos...
Me sonrió y una lagrima se precipitó por mi mejilla...
No hicieron falta palabras... como aquella vez...
Me miró con ternura y le dibujé una bonita sonrisa.


En la frialdad de un autobús urbano... nos fundimos en un abrazo eterno.


Para siempre, colgado a mi cuello.


MADRE LUNA.

Con todo mi cariño y ternura... Para ti. Ya lo sabes.

En la madrugada del 5 de Febrero de 2013




martes, 8 de enero de 2013

ADIÓS COMPAÑEROS... ADIÓS.




Había llegado el momento...


No me podía creer lo que estaba presenciando.

Mi hogar, mi familia, mi seguridad... mi vida...

Todo estaba impregnado de una fría sombra que avanzaba sin pausa.


Mi país, hace poco, era...

Era un hermoso lugar, lleno de cultura, arte y una fabulosa gastronomía. Conocido en todas partes, querido y apreciado por muchos que lo visitaron, quedando prendados de su belleza y de sus gentes.

Sus costas, eran punto de referencia para nativos y extranjeros. Cada año abandonaban sus gélidos y húmedos países, para disfrutar del sol y el calorcito.

Sus paisajes, dignos de película, nos daban la posibilidad de viajar a un paraíso para los sentidos... A veces, se te saltaban las lagrimas al contemplar tanta belleza.

Con sus grandes urbes y sus entrañables pueblitos, donde todo estaba en armonía... donde la paz, era la esencia que se respiraba en el aire.

Lo más bonito y admirable de mi país... es la gente que lo habita.

Tenemos un carácter muy particular... Pero somos muy buenas personas. Amables, divertidos, con gran humanidad y hospitalarios.

La gran diversidad de cultura e historia, se refleja a día de hoy en sus gentes. Andaluces, gallegos, vascos, catalanes, valencianos, castellano leonés, castellano manchego, aragoneses, extremeños, asturianos, cántabros... somos un país lleno de diversidad.

Cada cual con su historia... con su progreso y su cultura.
Pero algo que me encanta, es que da igual de que punto de España seas, lejos de absurdas discrepancias, todos somos como hermanos.

O por lo menos yo he tenido la suerte de sentir eso...


En este país, hay Arte con mayúsculas...


El Flamenco que nació en las calles Andaluzas, fue proclamado patrimonio de la Humanidad.

Grandes Cantantes,Escritores,Cineastas y artistas, nacieron bajo nuestro cielo.

Sin olvidarnos de los científicos y médicos que con su esfuerzo y perseverancia destacaron y entregaron su vida a sus misiones.

La gastronomía tan conocida mundialmente, nos sitúa en un excelente puesto. Pues si de buen comer se trata, este es lugar indicado.


Que voy a decir, soy Española. Me gusta mi país, su belleza, su arte y su historia.


Pero esto no es, ni mucho menos, un discurso patriotista.

Solo quería dejar claro, que no somos anti sistemas los que nos quejamos, ni delincuentes, ni saqueadores.

Somos personas, que vivimos aquí y nacimos aquí... tenemos voz... y pensamos usarla... Porque así es como se nos educó...

Libres.

No pienso quedarme de manos cruzadas, mientras veo lo que están haciendo...

Como todos conocerán, España atraviesa por una crisis económica de la que difícilmente vamos a salir.

Yo no entiendo de económicas, no les puedo plantear un análisis de como esta el país... yo les puedo hablar de lo que mis ojos ven... creo que eso también es muy importante.

Soy una trabajadora más, por suerte y tras quedarme en paro, encontré un trabajo.

Bien, no me quejo, me gusta donde trabajo y a lo que me dedico.

Pero todo tiene sus limites...

Mi edad aún no alcanza el cuarto de siglo, por lo tanto no llevo muchos años trabajando, pero sí los suficientes para entender las reglas generales.

Trabaja bien, cumple con lo que este establecido y por supuesto produce ganancias para tu empresa.

Trabajo de cara al público, lo cual también precisa de un curso acelerado de psicología humana. Ya que cada persona es un mundo, aquellos que estamos tras un mostrador, debemos atender uno por uno a cada persona...

Cada cliente tiene su historia, hay que tener paciencia y “saber estar” para escuchar cada una de ellas.

Mi trabajo conlleva cierta responsabilidad, pues está ligado a la salud. Por lo tanto los clientes a veces, se transforman en pacientes y debes saber estar a la altura de las circunstancias.

No puedes dejar a mitad a una persona, solo porque sea la hora de cerrar... Cada uno, merece toda mi atención y por supuesto mi esfuerzo. Depositan en mí, una confianza de la que yo me siento muy orgullosa.

Bien, mi trabajo no es la bomba, pero a mi me encanta. Soy parte de una cadena de eslabones, sin los que van detrás, no podría hacer nada, y sin mí, tampoco se podría concluir el trabajo.

Así que formo parte del sistema de esta sociedad, es una pescadilla que se muerde la cola, es un “hoy por ti, mañana por mi”... es, que estamos todos juntos en este barco, nos guste o no.

Cumplo con mi trabajo, pago mis facturas y mis impuestos, trato de seguir el civismo, pero no por imposición, si no por educación.

Y por supuesto acepto y tolero a las personas que abandonaron sus hogares y sus países, viniendo aquí, en busca de un mañana mejor.

Pero hay una lacra que aún se respira en este país... la xenofobia.

Que problema hay porque le den un trabajo a un nigeriano y no a un español?

¿Quien es el malo y quien el bueno?

¿Donde está el limite que nos hace diferentes?

El limite está en las mentes enfermas de aquellos, que aún siguen ensalzando el nombre y obra de cierto dictador.

¿Estáis locos?

¿Acaso creéis que esa fue la gloria de España?

Tantas muertes injustificadas, tantas violaciones, secuestros, atrocidades, persecuciones, exilios... tantos niños huérfanos... tanto dolor en sus rostros... ¿donde está su infancia?... Y aquellas mujeres, que fueron desgarradas de tantas veces que fueron violadas...¿quien les va a devolver la feminidad o la confianza?...



Malditos seáis, los que ensalzáis el nombre de un tirano semejante.



Pero me pregunto, si a veces el peor tirano, no es el que se esconde tras una imagen de templanza.

Puede que esto que está sucediendo en España, no sea más que un preludio de lo que puede llegar a pasar.

Como bien he dicho, no puedo hablarles a nivel económico, soy una simple trabajadora.

Pero les diré lo que veo...

Esta crisis comenzó hace unos años, nuestro anterior presidente, cometió ciertos errores. Pero no, para señalarle con el dedo culpandole directamente a él de todo. Habían muchos más países metidos en el ajo.


Pero el pueblo estaba muy enfadado, comenzaron en ese momento ciertos recortes...y eso encendió la chispa.

Durante las campañas electorales, ya se especulaba que el pueblo iba a castigar a su todavía presidente, obviando al nuevo candidato de su partido.

Centraron su atención en el otro bando...

Lo realmente llamativo es que dicho bando, en ningún momento reveló ninguna de sus intenciones.

Se camuflaban atacando con saña, al oponente. Distrayendo así la atención de la gente.

Más que una campaña electoral, parecía una pelea de gallos.


El día 20 de Noviembre, llegó lo peor...

Tomaron el puesto, por casi mayoría absoluta.

Yo les apodé “Los Mudos”.

Y fueron ellos, los que con su silencio y artimañas se hicieron con el poder.

Desde entonces, he presenciado las más injustas e inhumanas “reformas” que esta gentuza nos ha impuesto.

Esto no es una democracia... cuando algo se impone al pueblo, sin tener en cuenta sus constantes negativas... deja de ser democracia, para convertirse en algo bien distinto... algo que a nuestros padres y abuelos, les resulta conocido.

En 2012 presencié dos Huelgas Generales. Muchísimas personas clamaban justicia a un presidente, que giraba la cara a su pueblo.

El salvajismo de la policía, me hizo entender que las cosas estaban tomando otra vertiente... ya no existía libertad de expresión. Así que cada vez que los movimientos del 15-M, o las movilizaciones de huelga general hacían demasiado ruido... la orden era clara... taparles la boca, aunque fuese a golpes.

En las noticias, en los periódicos... las fotos de personas con la cara llena de sangre, se me quedaron grabadas en la memoria.

Claro, eso debemos de ser los perro-flautas, hippies, yonkis y anti sistemas... una especie de bicho de la sociedad, que por supuesto no son del agrado del señor presidente.

La cuestión, es que en esas movilizaciones estaban todos... jóvenes, mayores, padres y madres de familia, parados, funcionarios, trabajadores... pero solo les interesó sacar en las noticias a los que llevaban una cresta o rastas o la cara tapada.

No sacaron las imágenes que vi en Internet grabadas con un teléfono móvil, donde se veía a un policía dándole con la porra a una mujer de la edad de mi madre, que se cubría la cabeza con los brazos.

Los desahucios y la creciente subida de parados, llevaron a muchas personas al extremo.

Cuando tu familia sale por la puerta de casa y ves como el banco se la queda, sin mayor miramiento. Dejando a tus hijos en la calle, sin saber que hacer, ni a quien acudir... te vuelves loco.

Se han llegado a suicidar personas condenadas al desahucio...

Personas quitándose la vida... personas que tenían su casa, su familia y su trabajo... pero de repente se quedan en paro y el dinero ya no llega. Siguen subiendo el IVA y los productos, haciendo más cuesta arriba la vida de estas personas.

Llega un día en que ya no puedes pagar tus recibos y unos señores sin escrúpulos, te avisan de que tu casa, les pertenece y como has dejado de pagar... te vas, sí o sí.

Para que alguien llegue hasta el punto de quitarse la vida... creo que es razón de más, para que los que gobiernan se planteasen lo que están haciendo.

Otros quiebran... y con suerte consiguen que algún familiar se haga cargo de sus hijos. Mientras ellos, duermen en la calle y buscan trabajo por el día.

Hay ciudades de este país que registran mínimas de -15 y -20 grados de noche... solo de pensar que una persona puede estar en la calle durmiendo con esas temperaturas... se me hiela el alma. Muchos mueren de hipotermia.



La mendicidad es terrible...

Ver a familias enteras en la calle, pidiendo para comer...

Madres con niños en brazos...

Ancianos rogando de rodillas una limosna...

Hombres llorando, sentados en una esquina con un vaso de plástico, por si alguien les quiere dar unos céntimos.

Un día una mujer se acercó a mi... era indigente... pero ante todo, una mujer... no tendría ni 40 años... supongo que me eligió por mi juventud... Me dijo “Perdona, no tendrás en el bolso una compresa?” casi en susurros.

En ese momento la miré a los ojos...sentí su dolor y su vergüenza.

Le sonreí, (necesitaba una sonrisa como el comer) y busqué en mi bolso. Como toda mujer, llevaba una compresa... se la dí y le dí para que comprase más.

No hicieron falta palabras... nos hablamos con los ojos...teníamos la lagrima a punto de caer.

Me dí cuenta, de lo terrible que debe ser el tener tu periodo y no tener nada para asearte, o para no ir impregnada de sangre corriéndote por las piernas.

La vi alejarse y un profundo dolor se me clavó por dentro...

Esto es lo que quiere usted, señor presidente?



Otra ocasión, dentro de un cajero vi un hombre mayor, de la edad de mi Padre... el hombre dormía sobre unos cartones. Me llamó la atención que en los cartones había algo escrito en negro. Me acerqué un poco y leí: “Escaparate de navidad” y pensé, maldita paradoja.

Soy bastante sensible y en casos como este, me dan ganas de llorar y arrancarle la cabeza a los que están permitiendo esto.

Mucha gente se respalda en que los indigentes, son borrachos y fracasados que tuvieron mala suerte, o se arruinaron con los vicios.

Pero no... SON SERES HUMANOS y lo pongo en grande para que no se nos olvide. Son personas como tu o como yo... da igual de que manera o que circunstancias los llevaron a estar en la calle... pero ante todo, son personas.

La gracia de todo, es que no pensamos que como esto siga por este camino... los siguientes, podemos ser nosotros.

Un gobierno despiadado, que no tiene en cuenta a su pueblo, ni sus necesidades.

Un gobierno que miente y encima lo niega. Unos dirigentes forrados de dinero, en coches de alta gama, con cenas y comidas que alimentarían a una familia durante tres meses... Un gobierno que desprestigia a nuestros Médicos... a nuestros Maestros y Profesores... un gobierno que asfixia a las familias hasta la quiebra y deja sin futuro a nuestros jóvenes...

Eso... eso no es un gobierno... esos son los Peores Tiranos que jamás hemos conocido.


Y mientras escribo esto me pregunto, si quizás alguien pueda llegar a denunciarme como antaño. Que se presenten en mi casa y me arresten por ser una revolucionaria o algo así.

Han censurado a personas de la vida pública, de la radio y de la televisión...solo por hacer uso de su libertad de expresión.

¿Que harán conmigo? ¿Que harán con todas las personas que sin miedo, decimos públicamente lo que estamos viendo?

Donde acaba la libertad, empieza la opresión.


Y eso es lo que quieren... convertirnos en sus títeres.

Que paguemos el plato, de lo que ellos, como dirigentes no han sabido hacer.

Estamos metidos en una espiral, que cada vez se hará mas profunda.

No digo que salgamos a las calles a buscar pelea, ni que alcemos las armas... pero no nos conformemos con pagar algo que no hemos cometido.

Pronto acabaremos emigrando a otros países, y haremos nuestras vidas allí. No volveremos a España, abrazaremos otra cultura. Y aunque extrañemos nuestra tierra... nos acordaremos que salimos de allí, impulsados por una gran patada en el culo.

Los que vinieron buscando un trabajo o una estabilidad económica para sus familias, retornarán a sus países, o buscarán otro.

Y así, España se quedará poco a poco con cuatro gatos. O con aquellos que por edad, o por motivos de peso deban quedarse.


Y el racista, tendrá que tragarse sus palabras y pedir trabajo.

Y el joven que estudió su carrera con ilusión y esfuerzo, se marchará a donde le valoren.

Y los que trabajan en diferentes ocupaciones, harán las maletas mientras se secan las lagrimas.

En un país donde se destrozan los pilares fundamentales de una sociedad...

Donde los derechos, que tantos años y sufrimientos nos han costado...

En un país donde no se respeta ni al joven, ni al anciano...


En un país, que era tan bonito...

Y al que pronto...

si esto no cambia...

diré adiós.


A 8 de Enero de 2013

Madre Luna


Censurarme si queréis, cobardes.

En especial dedicación a todos mis amigos y familiares que luchan y sobreviven, con esta situación. Todos juntos, sigamos adelante.