Translate

jueves, 4 de febrero de 2016

KINTSUKUROI

Ha llegado el momento… Tengo que hablaros de algo.

Desde siempre mi gran rival fue a la vez mi mayor virtud, un corazón que no entendía de límites al amar. Al comienzo de mi juventud explosionó en mi interior como un volcán y dejó correr ríos de impetuosidad que me llevaron a amar con toda la intensidad que me dictaba aquel fuego interno. Pero la erupción no puede ser perpetua y el ardor fue doblegándose hasta quedar una corriente constante y no tan febril.

No voy a relatar la trayectoria de los años que le siguieron, pero aquellos fueron determinantes. Quizá es imaginable por mis palabras, y solo diría que no fueron las personas adecuadas con las que me tocó aprender a amar.

Hoy echo la vista atrás y recuerdo muchas cosas, ninguna sangra ya, pero permanecen. Es triste, pero la gran mayoría de recuerdos, con los años, han dejado de ser idealizados para captar la realidad de lo que sucedía. Me doy cuenta de que era una niña, una autentica ignorante que creía conocer la verdad del amor, y tenía el corazón rebosante de inocente confianza. Estúpida, e incluso, muchas veces, absurda.

Así es como me he sentido durante tantos años… amando a personas que no me amaban; ocultando sus defectos y magnificando los míos; flagelándome por ello, por ser "defectuosa".

He sido humillada, insultada y manipulada. Muy pocas veces me sentí correspondida en sentimientos. Me han mentido con sonrisas en la cara, me han prometido lo que nunca existió; me han hecho, por mucho que me duela decirlo, odiar y despreciar mi persona por no poder ser más, por no poder llegar a ser quienes querían que fuera.

Perdí el rumbo al querer agradar a cualquier precio. Hubo ciertas personas a las que amé con tal sinceridad que, aun sabiendo que no sentían lo mismo, les brindé mi tiempo y mi dedicación sin esperar nada a cambio. Tan solo verles felices.


Me destrocé el alma, las fuerzas y los sentimientos por el camino. Cada vez me notaba más ligera a consecuencia de quedarme más y más vacía. Decepcionada con mi suerte y enfadada con Dios, lentamente me fui dejando llevar a un lugar oscuro llamado dolor.

No fue solo el amor lo que me hirió de muerte… hubo más situaciones en diferentes aspectos, y todas ellas formaron un gran acumulo.

Un gran hombre me dijo una vez, que hay cosas en esta vida que cursan en silencio y un buen día salen a la luz. Tomé esta enseñanza tanto para lo bueno como para lo malo.

Y mi silencio un buen día habló, y al hacerlo, me sumió en una terrible depresión.

La depresión no es una palabra con la que tontear. No es un juego, ni algo superfluo. No es solo estar triste, no es solo llorar o, como tuve que soportar oír, un simple “mal de amores”.

No… no se juega con esa palabra.

No sabría expresarme acertadamente para describir qué es o qué se siente ya que es algo bastante subjetivo. 
Pero voy a describir mínimamente con una metáfora lo que yo sentí.

“Estás en una gran sala de un bello teatro. Tú eres el protagonista de la obra y en el público hay mucha gente, la que conoces y los que aún están por conocer. Estás en plena actuación, venciendo tus miedos escénicos y tus pudores, y de repente, cortan el micrófono. Entonces dejan de oírte, hablas más alto, pero ni aun así consigues llegarles. Con terror eres testigo de cómo todos los equipos técnicos se marchan de sus puestos y prevés que algo peor está por acontecer… Ves la cara del público, extrañado y aturdido, y tratas de guardar el tipo sabiendo que algo va muy mal. Haces lo que puedes por mantener la normalidad hasta que, sin previo aviso y de golpe, todas las luces se apagan. Todas. Y tú estás en mitad del gran escenario, ya no ves a nadie, apenas alcanzas a distinguir tu mano si la elevas. Y muerta del miedo, porque siempre te asustó la oscuridad, te quedas paralizada. Aterrada e inmóvil, sin saber qué pasa y qué vas a hacer para solucionarlo. Tu mente está desconectada. Y por primera vez, sientes el frío gélido de la soledad.”

Esa es mi forma de explicar lo que sucedió en mi vida.

Muchas personas no entendieron la desagradable situación echando por tierra su alcance. Otras me hacían sentir estúpida por estar “así”. Y cada vez me encerraba más en la parálisis, sintiéndome incapaz de explicar el miedo que tenía. 
Mis ojos clamaban auxilio, pero mis labios estaban mudos.
No pude escribir… esa fue una parte dura del silencio. A veces, me daban brotes de necesidad, tomaba un papel y un boli y me urgía vomitar en él mis pensamientos, pero al releerlos al cabo de los días los rompía en mil pedazos asustada por lo que había plasmado en ellos.
Describir con detalles mi calvario personal me parece grotesco e innecesario, creo que quienes me conocen han visto con sus propios ojos mi agonía. Y quienes no me conocen, sepan que sufrí hasta que el dolor me condujo a donde estoy ahora. 
Y de ese lugar quiero hablar, ya que es inherente al otro.
Me encuentro en una situación a la que he llamado “Incomodidad”.

Incomodidad es una antesala, un estado en el que te empiezas a encontrar cuando estás cansada de no ver. Cuando poco a poco te han llegado los primeros atisbos de luz y unos leves susurros. Sientes como tras tanto tiempo, el simple placer de escuchar una pieza musical que te guste, se convierte en una experiencia sensacional; y digo sensacional, porque tus sentidos recobran la vida tras el letargo devolviéndote el “sentir”. 
Y eso, ¡oh, cielos!, eso es maravilloso.

Entonces, tras las tinieblas que van quedando atrás, comienzas a reflexionar y a meditar sobre todas las cosas que son importantes en tu propia vida y en tu propia persona, y vas dando paso al perdón y a la aceptación. El miedo sigue presente, pero debilitado porque la aceptación lo aturde.

Un día decides poner toda tu atención en ver y escuchar el mundo que te rodea. Tanta oscuridad te ha desgastado los ojos, por paradójico que parezca, y te duelen al ver la luz, pero dejas que entre. Abres las cortinas, te desabrochas la camisa y dejas que el sol penetre en tu pecho y en tu rostro, sientes el calor y se te dibuja una sonrisa sin quererlo.

Cierras los ojos para oír mejor… -unos pájaros, mamá cocinando, la brisa, tu propia respiración… -Oyes y sientes. Ves y observas. Observas y reflexionas.

Reflexionas y perdonas a la vez que aceptas que no eres defectuosa. Que lo único en lo que debería mejorar un ser humano es en ser más humano, y que cada uno somos únicos y eso es nuestro tesoro. 

Pero no es un cuento de hadas y la huella ya está marcada a fuego. Quien desciende a su propio infierno, nunca vuelve a ser el mismo. Quizá  aquel ímpetu de mi juventud, ese fervor por la vida, esa inocencia, hayan muerto para siempre. Ahora me cuesta sonreír, me cuesta confiar y aún estoy trabajando la parte del “amar”. Soy una persona herida, pero consciente.
En ciertas cosas podría decir que he mejorado, pero… ¿acaso ser comedida y taciturna es mejor que fuerte y vital?

Lo cierto es que hay cosas que no volverán. Hay que adaptarse y no desesperar ante la oscuridad, pues si sabes domarla te mostrará cosas muy interesantes a nivel introspectivo. Y no deseo a nadie pasar por una depresión, pero a veces los caminos más crueles sacan de nosotros fuerzas dormidas y las invitan a quedarse.

Han sido dos años terribles, duros y  desesperantes. Pero recuerdo una voz interior que me decía constantemente “No Tengas Miedo”…era mi esperanza hablándome desde lo más profundo, la única luz que nunca se apagó del todo.

La antesala, “Incomodidad”, me está dando la fuerza para comenzar el ascenso. Ya no quiero estar más tiempo a oscuras, quiero salir de nuevo y decirle “¡Hola!” al mundo. Quiero regresar.
No sin olvidar jamás lo que lo produjo, no sin haber extraído de todo esto una tremenda lección de vida, no sin dar las gracias a quienes me acompañaron y a quienes hicieron lo que pudieron por ayudarme.

He tomado mis pedazos para reconstruirme.

"Kintsukuroi"


Madre Luna
En la calmada noche del 4 de Febrero de 2016.

Quiero dedicar muy especialmente este relato a unas personas muy especiales:

A mi fuerte y valerosa Madre y a mi tierno y sabio Padre.

A mis Maravillosos y Mayúsculos Amigos: Txus, Fernando y Yaiza, quienes han sido mi mejor medicina. Mis ojos, mi aliento y mis piernas cuando no tuve fuerzas. Mi Mayor Inspiración. 
Mis “electricistas”. Con el corazón en la mano os digo queridos míos, que sois de las mejores personas con las que me ha premiado la vida. Os quiero Muchísimo.

A mi Hermana, que siempre estuvo a mi lado. Siempre. Tú fuiste mi conexión con el mundo, y contigo, volví a él.

A mi Queridísima Amiga Susana, con quien comparto un sueño que me ha dado fuerzas para seguir. A tu lado encuentro Paz.

A mi Buen Amigo Piel Roja, por tanto apoyo, por tanta ayuda, por tanta sabiduría.Quien a través de epístolas me orientó hacía la reflexión y el entendimiento.

Y Gracias a mis “Amarillos”, que siempre estáis por ahí dándome alguna señal.

¡Recomencemos!
  
                     

domingo, 17 de agosto de 2014

--CARTAS AL AMOR-- Segunda

--Carta Segunda--

Querida mía, he estado mirándote muy de cerca.

No temas, pero estuve mirándote hasta en los momentos más íntimos; si, tú sabes bien cuales fueron esos momentos de los que hablo…
Ha sido duro, no te lo negaré, verte caer con tanto dolor al suelo y llorar hasta quedarte sin voz. Las noches tan largas, los días sin luz.

No quiero recordarte todo, creo que conoces bien lo que cargas a tus espaldas. Me siento tan mal que ninguna expresión sería acertada para hacerte entender lo que siento. Creo que te he fallado.
Así que no me queda más remedio que escribirte, ya que no quieres hablar conmigo desde hace tiempo. Es comprensible. Pero antes que nada debes saber, como te digo al comienzo de esta carta, que he estado mirándote, siempre, en todo momento. Espero que no te incomode mi intromisión pero entiéndeme, tú, y tu vida, me importan tanto como la mía.

Ahora quiero hablarte de algo…

Desde el día que apareciste en este mundo, y contigo, yo también, no ha habido día ni noche que yo no haya deseado protegerte de todo mal. Creciste, y te convertiste en una hermosa mujercita que, con su pasión, parecía querer devorar el mundo entero. Eras tan fuerte y yo te sentía tan cerca.

Y llegó… la vida te dio su primer golpe. Caímos al abismo. Yo solo pensaba en insuflarte fuerzas para que te levantases. Lo hiciste, valerosa. Te amé por aquello y me volví más fuerte.
Volvió la vida a hacerte sonreír, y bailé de júbilo.
Crecías… seguías creciendo… pero siempre tan chiquita, tan dulce.

Pasaste de niña a mujer.

Y llegaron las grandes heridas, las terribles pérdidas, las miradas al cielo preguntando “¿Por qué?”… No sabes cómo me dolía cuando apartabas los ojos del cielo repletos de furia.

Desde aquel entonces, querida mía, nos has vuelto a ser la misma. Parece que la vida tampoco te ha dado mucha tregua. Y yo estoy muriendo de verte así. Tú no lo sabes, pero me estoy muriendo.
Quiero, a través de estas líneas que te escribo, que reconsideres tú silencio y me hables. Yo lo estoy deseando. Te espero cada día.

No es el final, mi niña, tenemos mucho que hacer, mucho que ver, y por Dios, tenemos mucho que sentir. Quiero que agarres con fuerza la mano que un día me diste, que me mires y sepas que estoy contigo, a cada lugar al que tú vayas; que no te sientas sola y seques tus lágrimas con mi compañía. Quiero verte caer al suelo, pero de risa. Quiero que no tengas miedo y que te atrevas, porque así es la vida, mi  niña, un constante atreverse.

Ya vale de dar tu esplendido amor a quien no lo abraza como puro tesoro. Aléjate de quien no te adore por la persona que eres. Y no permitas que nadie, JAMÁS, vuelva a hacerte sentir pequeña.
Porque tú, mi querida niña, eres Grande.

Estoy tan feliz de ser parte de ti y de que tú lo seas de mí.

Vamos de nuevo con fuerza, levántate y sé valiente, como siempre lo fuiste. Sorpréndeme, dame aliento, porque sin ti no soy nada.

Hazme llorar de alegría, saltar de emoción, encogerme de sorpresa…hazme vivir. Porque yo nací contigo, y contigo me iré.

Quiero que vivamos esta vida con la ilusión que merece y que no tengamos que lamentarnos por haber muerto antes de tiempo.

Yo estoy muy cerca… ¿puedes oírme?...

Háblame, mi niña, dame tu mano y, juntos, vivamos.

Con todo el Amor que me cabe
Te Quiere y te extraña

Tu Corazón.


--Dedicado a mi Madre y a mi Padre. Por tanto.--

MADRE LUNA

En la noche del 18 de Agosto del 2014


sábado, 31 de mayo de 2014

--CARTAS AL AMOR-- Primera

--Primera Carta--


El amor...

El amor; fuerza motora del mundo. Magia que reaviva la propia vida. Ciencia de nuestros sentimientos. Agua y oxígeno de todo ser viviente.

El amor; maltratado, humillado, arponeado y consumido en las tinieblas de la soledad y la tristeza.

El amor; motor de mi vida. Luz de mi oscuridad. Cielo en mi infierno. Oasis de mi desierto.

Nunca una sola palabra había representado tanto para la raza humana. Nunca un sentimiento se había proclamado con el título de ser el más importante en la vida. Nunca... ese mismo don con el que Dios nos dotó, me había traído tanto dolor.

Una parte de mí lo maldecía. Otra parte, lo idolatraba.
Más nunca pensé que un buen corazón, repleto de buenos y sinceros sentimientos, podría ser tantas veces rechazado.
Como siempre la esperanza me decía, “Sigue”; pero el dolor me decía, “Para”.
Una guerra constante entre la desolación y la Luz.

Los ojos, puertas del alma, hablaban de noches en vela, de lágrimas contra la almohada, de días sin sol y noches sin luna.

¿Qué quieres de mi, amor?
Parece que nunca he sido lo suficientemente buena.
Como un pasatiempo, una sopa de letras, un vermuth de verano.
Y aún así te amo y te abrazo con mi fuerza, que es poca, pero valerosa.

¿Qué quieres de mi...?
Dime qué podría hacer para ser una persona amable. Para que no te fueras, para que a mi lado te quedaras.
Pero amor, yo no puedo amarte si estás mirando hacia otro lado.
Si buscas la ventana para escaparte porque crees que te tengo preso.
Yo no, amor. Yo no quiero esclavos. Yo no soy tu dueña. Yo no soy un verdugo.

Amor, mi amor, yo sólo quiero quererte. Tomarte de la mano y caminar hasta que algún día se nos acabe la senda... ¿Quién sabe cuándo se nos acabará esa senda?.
Mirar al cielo cubriendo nuestros ojos del potente sol y contar nubes. Tumbarnos por la noche y hacer el amor bajo las estrellas. Recibir los besos que la luna guarda. Vivir esos momentos que la vida regala. 

Yo no, mi amor. Yo no soy mala. Yo sólo deseo tu bien y que sonrías.

¿Qué quieres...?

Si me deshago en lágrimas, si el frío se apodera de mi cuerpo, si el sol se esconde. 
Soy una muñeca rota. 
No sonrío, ni hablo, ni grito, ni pido, ni doy... sólo escribo.

Cartas al Amor.

MADRE LUNA

31/05/2014

jueves, 17 de abril de 2014

ROMPIENDO EL SILENCIO

Queridos amigos, ésto va para todos vosotros:

Hace casi cinco meses que no consigo escribir, te parecerá una locura puesto que ahora me estás leyendo, pero es así.

Durante este tiempo me perdí, me encontré y aguanté el chaparrón agarrándome a lo único que tenía a mano... a mi misma.
He tratado por activa y por pasiva de calmar mis angustias, de acallar mis voces y de sobrellevar las zozobras que sacuden mi barco. Y es cierto, tras la tormenta llega la calma, pero con la calma también llegan las sensaciones que preceden a la fuerza dada.
Me siento exhausta y es por eso que mi mente y mis manos se han desconectado entre sí.
Antes era distinto, una situación, un pensamiento o una determinada experiencia conectaban directamente con mi fabrica de creatividad e inmediatamente mis manos recibían el dictado.

Hay buenos amigos que me recomendaron no escribir bajo impulso, pero al menos, en aquellos tiempos, conseguía plasmar mi idea en escrito. Hoy me siento impotente, que no vacía, pues esta mente mía no para de captar y observar cosas de las que quiero escribir.

¿Quién podría decirme lo que me está pasando?

Pregunté a todos mis amigos escritores, artistas y gente rara como yo. Todos coincidían en que es un bache, que hay que dejar un espacio para reconstruir los tendidos eléctricos por los que viaja la inspiración del artista; y que al parecer, a todos les ha pasado.

Pero, ¿qué hago mientras tanto?

Desesperarse, básicamente. No es broma, es terrible tener la cabeza llena de ideas y de historias y no poder terminar de escribir ni una sola. He iniciado cerca de doce escritos de temas diferentes que quería contar; digo doce porque son los que aún guardo a la espera de que algún día pueda terminarlos. Pero en estos meses, fueron muchos los que acabaron en la papelera.
Aquellos que lean esto y se sientan en una postura parecida a la mía lo entenderán. Es un quiero y no puedo.
He hecho todo lo que me recomendaron: Alejarme de la escritura como si de la peste se tratase. Pasear por lugares pacíficos con alto contenido natural. Leer como si no hubiese mañana y hacer actividades en las que haya contacto con las personas. Porque últimamente, si no fuese por el trabajo que me saca de casa durante unas horas, podría echar raíces en mi habitación.

Lo he hecho todo y sigo bloqueada.

A veces, tras un buen paseo por mi lugar secreto mi inspiración sube, tomo asiento donde me pille, saco el cuaderno (que siempre me acompaña), desenfundo el bolígrafo como una espada de mosquetero y ¡zas! Te pones a escribir como una posesa y a la media hora levantas la vista alarmada por tu pérdida absoluta de la conciencia del mundo y te das cuenta que has escrito como cinco páginas por las dos caras. Te sientes bien, contenta. Recoges el chiringuito y regresas a casa ilusionada pensando que el bloqueo ya es historia.

¡Ésto es una basura!

Es la frase que sale por tu boca cuando relees las parrafadas que has escrito durante tu posesión. Y toda esa alegría hace las maletas y antes de que la eches a patadas se marcha ella solita.
Entonces, y ya poniéndonos serios, es cuando caes de nuevo en ese vacío existencial que te hace preguntarte una vez más por qué te empeñas en seguir escribiendo. Parece que lo haces cada vez peor y no te entra en la cabeza. Esa es la peor etapa, la depresión, la falta de sentido y la desmotivación.

Tengo la cabeza más tozuda y persistente que hayas podido llegar a conocer.

Exacto, soy una cabezota incorregible. Unos lo ven como un defecto, yo discrepo. Hay que sacar provecho hasta de nuestros supuestos “errores de fábrica”, y yo decidí aprovecharme de ello.
¿Cómo? Pues animándome a mi misma. Recordándome lo que quiero y a dónde quiero llegar. Aprendiendo de lo que me hizo daño y tratando por todos los medios que no me vuelva a suceder. Aunque, con bastante frecuencia, esa fuerza te abandona y te encuentras cara a cara con tu bloqueo y te tiemblan hasta las pestañas.

Amigos y seguidores de Madre Luna, éste no es un relato al uso. Más bien ha sido un acto de sinceridad, de complicidad para con vosotros, de confianza.
He tenido muchas ganas de cerrar la página y olvidarme de todo. Pero también he recibido aliento y fuerzas de aquellos que, muchas veces, creen más en mi que yo misma.
No es fácil, todos tenemos nuestras pequeñas tormentas personales pero, es precisamente ese momento, en el que debes de aprender a navegar y no dejar que el barco se pierda.

Hace casi tres años me embarqué en mi propia odisea personal, la creación de mi primera obra. Una historia que, para mí, es muy importante. Algo que nació de la manera más curiosa y poco convencional, pero que sin embargo, se ha convertido en una de mis mayores ilusiones.
Es ahí cuando aplaudo a mi persistencia, pues el sólo hecho de pensar en no escribirla me llena de malestar. Realmente me horroriza.
No sé si será una idea muy normal, pero quiero conseguirla, o al menos, intentarla.

Hace poco más de un mes me sucedió algo muy curioso a lo que quiero hacer una especial mención.

Haciendo una de mis actividades voluntarias en CR tuve un encuentro maravilloso...

(Para que lo entendáis os diré un pequeño dato: comencé mi obra hace dos años y cuatro meses; y durante los primeros, creé a los dos protagonistas de la historia, Azael y Aisha.)

Resulta que haciendo la actividad, encontré en la vida real, tal y como la había descrito hacía dos años atrás, e incluso con el mismo nombre, a la protagonista de mi libro.
Fue un momento mágico y nuevamente creí que las casualidades son un tanto cuestionables.

Creo que nos conocimos porque teníamos que encontrarnos. Porque a veces, cuando no hallas respuesta a tus preguntas o consuelo a tus dolores, la vida te envía las respuestas o el alivio a través de otras personas. 
Y eso exactamente fue lo que sucedió.

Con una pequeña diferencia de edad entre nosotras, la joven, se abrió a mí. Sus ojos eran tan sinceros que no podía dejar de mirarlos, sus lágrimas me conmocionaron y no pude sentirme indiferente a su dolor. Me traspasó el corazón.
Aún teníamos que vernos la semana próxima, puesto que la actividad duraba dos sesiones. Durante los días siguientes no pude dejar de pensar en ella.
Pero conseguí encender una pequeña luz en su interior con mis palabras; y de un modo, que no sabría explicar, sentí que había llegado a un lugar al que no dejaba entrar a mucha gente.
A la semana siguiente terminamos la actividad y le mostré un pequeño detalle que llevé para ella. El fragmento original en papel donde nació Aisha como personaje protagonista de mi novela, ella lloró de emoción. Yo me aguanté pero estuve a punto de unirme.
Y sin darse cuenta, me ayudó a recuperar mis fuerzas perdidas y a querer luchar por mi obra.

Hace poco leí un libro que me recomendó una chica muy especial a la que aprecio y admiro, “El mundo amarillo”, habla precisamente de esto... no os digo más, os lo recomiendo. Pero gracias a él, entendí que lo que viví con Aisha fue una encuentro entre “amarillos”. Yo lo soy de ella y ella lo es de mi.

Así que, si me estás leyendo Aisha, te digo una vez más... “Busca la belleza de la vida, no tengas miedo, eres una mujer hermosa y sensible. A veces te traerá problemas ser así, pero siéntete orgullosa, pues tus ojos ven de una manera diferente. Ven los brotes verdes que van naciendo en primavera, donde otros tan solo ven plantas.”

Y este mensaje es también para todos mis amigos y seguidores, pues creo que necesitamos luz entre tanta oscuridad en la que vivimos; y a veces se nos olvida que esa “luz” vive dentro de nosotros mismos. Solo hay que tener fe, ilusión y fuerza para encenderla.

¡Muchas Gracias por vuestro tiempo, amigos!

Éste ha sido un pequeño acto de expulsión. He comenzado contándoos una realidad que me afecta; he vaciado mi caja de los demonios y he concluido, como siempre, con mi mayor cualidad...la Esperanza.
Sé que el bloqueo me seguirá dando guerra, sé que habrá meses en los que no consiga escribir más de un párrafo; pero también sé, que dónde quiera que lleguen mis palabras habrá alguien leyéndolas y posiblemente, sonría al sentirse identificado o conmovido por lo que en ellas cuento. Es el mejor de los regalos que alguien como yo pueda recibir, os lo aseguro.

Terminaré contado que estoy en la terraza de mi casa, con el atardecer preparando su espectáculo de colores y con una cerveza con limón en mi vaso.
Estoy tranquila en estos momentos, me siento un poquito mejor. Pienso en que todo tiene sentido y que aunque de vez en cuando perdamos el rumbo, siempre hay algo por lo que vivir, por lo que luchar y por lo que amar con todas nuestras fuerzas.

En la tarde del diecisiete de Abril de dos mil catorce, estos son mis pensamientos.

Porque ya era hora, de romper el silencio.


MADRE LUNA

P.D: Quisiera dedicar esta entrada a tres personas especialmente...
A Dante, a quien admiro y amo.
A Piel Roja, una persona especial con una sensibilidad especial.
Y a mi Compi del Alma, que muchas veces revive mi pasión por mi sueño.








jueves, 5 de diciembre de 2013

AQUELLOS OJOS TRISTES

Tenía la mirada perdida y los ojos enrojecidos, supongo que de llorar.

Yo la miraba desde mi asiento, no perdía detalle de cada gesto, de cada vez que sus dedos contenían alguna lágrima y ella suspiraba tratando de calmarse a si misma.

Me pregunté qué le estaría haciendo tanto daño; la persona que llora en un autobús, debe estar pasándolo muy mal. Yo jamás me atrevería a hacerlo, tantas personas desconocidas presenciando un momento tan duro e íntimo, no, yo no podría.
Pero ella estaba ahí, a tan solo unos metros de mi y su dolor me azotó el corazón.

Pensé, “¿cómo una muchacha tan bonita y delicada puede estar tan triste?". 
No sé por qué, lo primero que pensé fue en temas de amores. Puede que parezca descortés pensar genéricamente que las mujeres solo lloran por amor; pero sus lágrimas, aunque tratase de esconderlas, caían a plomo contra el suelo. Vi un par caer.
Conozco diferentes formas de llorar. Por suerte o por desgracia tuve que presenciar varias veces el sufrimiento en mi familia y había creado, de un modo subconsciente, una manera de diferenciar el llanto de una persona.

Ella estaba destrozada por amor, eso seguro. Su dolor salía de su cuerpo e impactaba contra el frío suelo de un autobús urbano. Yo me moría de ganas por levantarme y estrecharla en un abrazo tierno, como cuando somos niños y nos abrazan para serenarnos. Ella necesitaba precisamente eso, lo sabía, como si la conociese de toda la vida.

Sacó un libro y subió el volumen de su mp4 dando un par de toques a la pantalla. Se acomodó de nuevo los auriculares y volvió a perder la mirada por la ventana unos minutos más. El libro la esperaba recostado sobre sus piernas. Ella tenía sus manos sobre él, esperando la señal instintiva o el momento de salir de sus pensamientos para abrirlo.

La perpendicular me ofrecía la posibilidad de ver su espalda y parte de su perfil derecho, a veces, cuando giraba un poco la cara, podía ver sus ojos rojos y tristes.

Cuando me di cuenta, me había pasado varias paradas de la mía. No me importó en absoluto. Por una extraña razón me quería quedar y acompañarla en ese duro trayecto.
Dicen que las obras más sinceras y especiales se hacen de manera anónima, sin que esperes una medalla por ello, sin que pienses en que tienes un público al cual complacer. Yo estaba haciendo eso... un acto anónimo de apoyo y de cariño hacia una extraña que me inspiró tal ternura que no me vi con fuerzas de dejarla a su merced en ese autobús; cada uno en su asiento, sin saber tan siquiera nuestros nombres.

El recorrido era largo y lo agradecí. Cada minuto que pasaba mis ojos le hacían llegar toda mi energía, esperando y deseando que pudiese llegarle.
La estaba abrazando con la mente y le estaba susurrando al oído que ya había pasado lo peor, que estuviese tranquila.
Sería estupendo que esos libros que hablan de las energías y las fuerzas ocultas de los humanos tuviesen razón. Pueden parecer locuras, o pensamientos absurdos, pero creía un poco en ello y eso me alentaba para seguir enviándole mi apoyo a través de un silencioso diálogo energético.

Era curioso, pero por una vez en mi vida sentí que estaba donde debía estar y en el momento oportuno.

Ella permanecía inmóvil, congelada y estática en la misma posición. Solo su frente fue a descansar contra la fría superficie de la ventana. 
De repente, sentí que estaba más tranquila. "¿Habían funcionado mis energías?" Sonreí ante la idea de haber contribuido.
Ya solo quedaban cuatro personas aparte de ella y yo. El recorrido llegaba a su fin y sentí angustia. "¿Y si le hablo?" "¿Y si de un modo distendido le pregunto que le sucede?"
"¿Y si no la vuelvo a ver más?"
Pero todas las preguntas se vieron interrumpidas cuando se levantó, y yo, me quedé en blanco.

Ahora sí podía ver bien su rostro. Realmente estaba muy triste. Sus ojos eran muy bonitos pese a cargar con tanto dolor, se le marcaban con fuerza las ojeras y su cara estaba pálida como la de quien va a desfallecer.

Un segundo; tan solo un pequeño y maravilloso segundo, nuestras miradas se encontraron. Lo que sentí por dentro no tendría palabras existentes para describirlo.
Tras el fugaz instante, ella bajó los ojos al suelo y esperó a que llegara el momento de bajar. Yo pensé “ahora o nunca”. Pero mis labios estaban sellados, mis pies atornillados al suelo y mi espalda rígida contra el respaldo. Los únicos que permanecían vivos aún eran mis ojos, así que decidí usarlos para manifestar lo que mi cuerpo no podía.

Le clavé la mirada hasta que conseguí que se sintiese observada. Ella reaccionó frunciendo el ceño y levantando la cabeza de su escrutinio del suelo. Miró al frente y después a la derecha, justo donde mis ojos la estaban esperando.
Esta vez la mirada duró más.
Sin saber por qué, ella no quitó sus ojos de los míos; y así, se dijeron “Hola” por primera vez.

Antes de bajarse me regaló la mejor de las medallas... Su Sonrisa.

Sentí que había merecido la pena todo.
Me sentí en paz y pensé, que si aquel gesto podía significar un pequeño aliento para su dolor, entonces daba gracias a la vida por ser capaz de devolverle a un rostro destrozado por la tristeza, el nuevo comienzo de una sonrisa.


MADRE LUNA
Diciembre de 2013

En memoria de tantas lágrimas que caen para que llegue una sonrisa.








viernes, 28 de junio de 2013

LE PIANISTE DE LA LUNE

La primera vez que nos clavamos lo ojos, un intenso latigazo de electricidad cruzó mi cuerpo de norte a sur.

En aquél momento quedamos a merced del Universo, siempre tan caprichoso y, en ocasiones, desconcertante.

Dos horas antes yo me miraba al espejo de cuerpo entero. Mi vestido negro, bien ceñido a mi piel, me hacía sentir viva y deseable. Hasta yo misma me deseaba; pero no había tiempo, debía terminar de producirme.

Rasgué mis ojos con sombra negra y los afilé con una sutil linea que viajaba por la costa de mis pestañas. Acentué mis pómulos con un delicado toque amelocotonado, y levanté mis pestañas al cielo para que, en su batir, parecieran alas de ángel.
No tenía costumbre de pintar mis labios, así que tan solo les pasé una barra de brillo para humedecerlos, y que destacaran por su volumen y frescura, más que por su color.
Mi cabello caía con gracia en sus capas, haciendo aquella coqueta forma de casco que dejaba toda mi nuca al descubierto.

Estaba preparada para marchar cuando, me asaltó una intuición; de esas, que solo tenemos las mujeres.
Por alguna razón, aún desconocida, sabía que aquella noche traería consigo algo impactante, nuevo, y con suerte, placentero.

Aunque la siempre poderosa razón, me obligó a poner los pies sobre mis tacones de charol negro. Lo mejor sería no esperar nada; las expectativas frente a lo incierto de lo que puede deparar una velada, casi siempre suelen ser muy altas, y por supuesto, favorecedoras para uno mismo.
Pero si luego no se cumplen, la caída en picado del ánimo daba paso a una inevitable sensación de decepción y fastidio. Por lo que decidí que desoír aquella intuición.

Llegué y el salón estaba repleto de almas.
Unos ya calentaban sus cuerpos al son de la música mientras otros, buscaban ese calor en sus copas de vino.
Saludos, sonrisas y peticiones de baile me dieron la bienvenida.
Mientras esperaba la llegada de mi amiga, la sala no cesaba de recibir nuevos cuerpos sedientos de ese embrujo llamado Tango.
Saludé al camarero y le pedí una copa de vino, él me repasó con la mirada y su rostro se tornó, quizá, más sediento que el de los bailarines. Sabía lo que provocaba en él, y eso me gustaba.
Le dediqué una mirada felina y regresé a la mesa paseando con arte y sensualidad las piernas que mi madre me dio.
Al cabo de unos minutos, llegó mi querida amiga. Siempre tan hermosa y elegante; ella era la dama de rojo y yo, siempre de negro, la dama oscura.

Pedimos otra copa y nuestro sumiso camarero, que tragaría arena por una cita a solas con alguna de nosotras, las trajo al instante dejando la barra desatendida y llena de gente que esperaba su turno.

Resplandecientes llegaron nuestros hombres; por lo menos, los que a nosotras nos interesaban.

Normalmente solía disfrutar muchísimo en los brazos de aquellos bailarines. Bailar con alguien y sentir un juego silencioso de seducción, es algo poco habitual. Y aquellos a quienes consideraba “mis favoritos” en mayor o en menor medida me hacían sentir eso.
Pero aquella noche ni el vino, ni mi vestido, ni mis hombres consiguieron que mi cuerpo se despertase. Algo fallaba; y temí, muy a mi pesar, que aquella noche, sería como cualquier otra.

Regresé a la mesa resignada y algo deprimida. Mi dama de rojo percibió mi desánimo y quiso abstraerme conversando. Silenciosamente, deseaba que aquella noche sucediera algo, necesitaba despertar después de tanto letargo.

Y sucedió...
Una banda, compuesta por cuatro músicos, preparaba sus instrumentos sobre el escenario.
En realidad no puse mucha atención, muchas bandas habían venido a tocar, y ésta parecía ser como todas, o peor.

Pero la repentina bajada de luces me sorprendió gratamente y corté la conversación.
Todo estaba oscuro, salvo un pequeño foco de luz blanca que apuntaba desde el techo a los músicos que, inmóviles frente a sus instrumentos, esperaban el momento en el que se diera la entrada para comenzar a tocar.
No sé por qué, pero aquella escena me cautivó.
Cuatro hombres aguardaban con los ojos cerrados, vestían todos de negro. El que debía ser el cabeza de la banda llevaba un pañuelo blanco engarzado al cuello. No eran precisamente jóvenes, estaban en ese punto entre la juventud y la madurez, que los hacía súbitamente atractivos.

Toda la sala había quedado suspendida en un silencio expectante. Mi corazón golpeaba con fuerza dentro de mi pecho.
De repente, y a modo de susurro, la voz del cabecilla de la banda anunció la entrada a los músicos.
Un segundo después, la música brotó con pasión de los instrumentos.
No hubo persona en aquella sala, que no se estremeciera ante la fuerza de esas notas que se colaban por nuestros oídos, llegando a lo más profundo de nuestro corazón; conquistándolo, dominándolo y sometiéndolo al delirio de una música tan arrebatadora que resultaba imposible permanecer sentado.

Agarré por la corbata a uno de mis hombres.
Con la fiereza y sensualidad de una pantera, noté que devoraba con pasos a mi sorprendido caballero. Sentí la fuerza de cada nota y me dejé llevar.
Así, uno tras otro, los caballeros que pasaron por mis brazos saborearon conmigo aquella pasión desmedida.

Pero fue en los brazos de mi último bailarín cuando sucedió lo inesperado...

Él se sentaba al piano, tocaba con pasión; como si le estuviese haciendo el amor al teclado, como si sus dedos viajaran tecla por tecla haciéndolas estallar de placer. Sus ojos oscuros se cerraban cuando el ritmo se volvía fuerte, y se abrían con gesto cansado cuando la melodía se tornaba lenta. Estaba sentado ahí, pero disfrutaba de algo muy intenso qué, desde luego, no estaba allí.
Seguimos dando vueltas a la pista entre pasos, enrosques y alguna quietud que permitía a mi compañero saborear el aroma de mi perfume.

La canción llegaba a su fin cuando, abrazada a otro hombre que daba lo mejor de sí para deleitarme, yo miraba voraz a aquél extraño.
Y en un segundo, como si supiera perfectamente donde encontrarme, el pianista, me miró con semejante intensidad que mis piernas, siempre tan firmes, temblaron con violencia.
Nos quedamos enganchados en aquella furiosa mirada y una corriente eléctrica me atravesó el cuerpo.

Terminó el baile y también el repertorio de la banda.

Me faltaba el aire; me sentía turbada y excitada, ¿cómo era posible desnudar a alguien con los ojos de aquella manera? ¿cómo puede arder tu cuerpo de deseo por un auténtico desconocido?
Volví a mi mesa mientras la gente les aplaudía. No encontré las palabras adecuadas para contarle a mi amiga lo ocurrido y veloz escapé al baño para tranquilizarme.

El agua fresca caía desde mi nuca por la largura de mi espalda. Recordaba una y otra vez aquella mirada, aquello me excitaba cada vez más. Mi mente empezó a divagar en cómo sería aquel hombre en la intimidad. Y tras unos instantes de placenteras imaginaciones me dispuse a regresar y guardar las formas. Aunque en mi interior, la hoguera amenazaba con quemarme viva.

Traté de comportarme y actuar con normalidad, pero cada dos por tres, mis ojos le buscaban, y avergonzados, se escondían al descubrir que él también me miraba.
No me atrevía a ir sola a la barra; toda mi bravura parecía haberse escondido, y en cierto modo, me sentía intimidada por la intensidad de aquella atracción. Tan extraña y potente que, con cada mirada, prendía la hoguera que ardía dentro de mi.

Me agarré al brazo de mi amiga y nos acercamos. Los músicos, bebían y charlaban con la gente que les felicitaban por su concierto.
De reojo comprobé la distancia entre él y yo... estábamos tan cerca, que las primeras notas de mi perfume le saludaron.
Se encontraba de pie junto a otro miembro de la banda, pero ya no se escondía. Sus ojos repasaron lentamente mi silueta para después, detenerse en mi rostro. Le gustaba lo que veía, podía notarlo. Aquel descaro encendió el rubor de mis mejillas.

Me sentí un poco violenta y le miré desafiante para marcar limites.
Su expresión se volvió aún más sugerente, yo no podía aguantarme más. Necesitaba sentarme o caería desmayada ante aquél maldito pianista que me arrebataba el sentido.

Decidida me dí la vuelta y, en una fracción de segundo, el tacto de su mano llegó hasta mi brazo para agarrarlo. Me detuve en seco y giré la cabeza asustada, o mejor dicho, extasiada.
Me atrajo hasta la cercanía de su cuerpo y me susurró al oído “Sos una mujer muy especial”.
Me temblaba todo el cuerpo. Sentirle tan cerca; aspirar su aroma, notar su calor y oír su penetrante voz, me dejaron en blanco. No conseguía articular palabra, lo único que podía hacer era mirarle. Él parecía disfrutar con mi silencio.
Liberé mi brazo y volví a mi mesa temblando. 
Sin dudarlo ni un momento, le pedí a mi amiga que me sacara de allí.
Él me vio marchar... y nuestra última mirada lo dijo todo. No quería irme y él tampoco que me fuera. Pero una voz interior me decía de manera insistente que debía retirarme.

Nunca volví a saber de él.
Como única información sabía el nombre de la banda, y compré su disco... sólo por oírlo una vez más tocar el piano.

Una de sus canciones me seducía especialmente, y en las noches de luna llena, solía escucharla e imaginarle de nuevo.
Me apasionaba pensar que él estaba allí conmigo... acariciando mi cuerpo con esos dedos que hacían maravillas sobre teclado. Besando con la humedad de sus labios mi cuello, y apretando su cuerpo desnudo junto al mio... jadeantes, apasionados e insaciables. Como si quisiéramos bebernos mutuamente a base de besos; como si cada vez que entraba en mi cuerpo, fuese la primera vez que lo hacía; como si fuésemos fieras salvajes que trataban de devorarse.
Una mezcla equilibrada entre deseo y locura.
No había limites, no existía el tiempo, solo él y yo, y nuestra voraz manera de amarnos.

A veces me pregunto qué habría pasado si no me hubiese ido... pero creo que si ésta historia no hubiese sucedido así, probablemente, nunca hubiese merecido que le escribiera un relato en su memoria.


Dedicado al Universo.

MADRE LUNA


28 De Junio de 2013.




martes, 7 de mayo de 2013

RIO MIO... RIO EBRO




Te sientas frente al rio,

el agua fluye.

Las hormigas escalan por los pies desnudos,

el sol se oculta entre las nubes.

Cierras los ojos y sale de nuevo de su escondrijo,

sientes su calor sobre la piel.

Mama pata lleva a sus cinco patitos tras ella,

es la hora de comer.



No muy lejos, una muchacha, como yo, mira el fluir del agua, piensa,

sus ojos se pierden entre la belleza.



Es Hermoso.

Es Paz.

Es Amor.



Miro todo esto y doy Gracias.

Las preguntas cesan y solo puedo sentir que estoy aquí,

en este momento.

Contemplo la Belleza que tengo ante mis ojos.



Las nubes se mueven, el mundo sigue girando...


pero yo me he detenido un momento para mirarlo.



7 de Mayo. 2013



MADRE LUNA



domingo, 3 de marzo de 2013

¡VETE! Y NUNCA VUELVAS



A los 24 años, y con una situación terrible y desconcertante a mis espaldas...

Decidí abandonarte.

No podía seguir ni un día más postergando la decisión, era ahora o nunca.

Te conocí hace años ya, no me caías muy bien al principio, pero supongo que de algún modo me acabé acostumbrando a tu constante presencia allá donde fuera.
Y dicen que el roce hace el cariño, pero no, lo que me unía a ti era algo peor... algo que comenzó como todo, de una manera casi improvisada, sin pensar apenas... hasta que se transformó en algo enfermizo.

Y ahora para ser sincera, maldigo ese momento.

Te convertiste en mi fiel compañero y en parte de mi sombra... siempre estabas ahí.
Al principio me avergonzaba de tu compañía, por lo que me escondía cada vez que estábamos juntos. Ni pensar en que mi familia supiese de nuestra “peculiar” relación.
He de reconocer que te critiqué incansablemente cuando me enteraba de que también te unías a mis amigos de verdad... lo gracioso es que ellos sabían cuanto te odiaba, pero luego a solas tu y yo, te trataba con sumo cariño.

Paso un tiempo... no muy largo... y cansada de esconderte, resolví a hacer público “lo nuestro”.

Siempre recordaré la cara de mis amigos cuando me vieron llegar contigo... agarrado a mi mano y yo sonriente.

Primero fue el silencio... mas tarde, las preguntas y finalmente la aceptación.

Ya era oficial... y por nada del mundo volvería a esconderte... bueno quizás sí... todavía era demasiado joven y demasiado pronto para hacérselo saber a mi familia. Ya sabes... la quinta de cinco hermanos siempre es demasiado joven para cualquier cosa.

Y sin más, nos encadenamos a una unión que cada día crecía y se hacia fuerte como el acero.

Yo no quería dejarte y tu... bueno tu eras muy posesivo, así que supongo que tampoco.

En algún momento traté de hacerte a un lado... dejarnos un poco de espacio... pero pronto volvía a mi mente tu recuerdo y terriblemente ansiosa te buscaba...
Y tu siempre volvías a mi, con la misma celeridad con la que yo pensaba en ti.

Al final me rendí y me entregué a nuestro destino.
Estaba condenada a tenerte a mi lado, y por mucho que hiciera, ya no había remedio.

Durante años me has acompañado, en lo bueno, en lo no tan bueno... pero sobre todo en lo malo. De eso sí que no me puedo quejar, cuanto peor estaba yo, más cerca estabas tu.

Hasta que llegó un día... sí... ese fatídico día, en que alguien muy importante, que además te conocía bastante, me hablo muy mal de ti.

Me quedé horrorizada... creo que incluso lloré... ¿como podías ser tan cruel? No era posible, yo te quería tanto y ahora, ya no sabía que pensar de ti.
Y como siempre, tu andabas cerca... llamándome sin cesar y yo haciendo verdaderos esfuerzos por no escuchar tus llamadas.

Me escondí durante días... trate de obviar tu recuerdo y por supuesto, las ganas tan dolorosamente terribles que tenía de verte.

He alardeado de una voluntad fuerte e inquebrantable, como un toro, llena de coraje y pasión. Dispuesta a afrontar las peores situaciones, brava y valiente ante todo... pero contigo... ¡maldita sea! Contigo he comprobado que no es oro todo lo que reluce, y que la mejor cualidad de mi personalidad, era tan solo un mísero espejismo.

Así pues... como una sabandija rastrera... volví a ti.
Ya me habían advertido, sabía lo asqueroso y cruel que eres... pero ya todo daba igual.. no podía vivir sin tu maldita compañía.

Te sentiste victorioso cuando volví... pude sentir tu sensación de poder sobre mí cuando te agarraste de nuevo a mi mano.
Yo tan solo pude agachar la cabeza y aceptar mi derrota.

Has vivido conmigo tantos años, que casi puedo decir, que en la gran mayoría de mis vivencias, tu, has estado ahí.
Pero como toda relación enfermiza y obsesiva, tenía que llegar el batacazo duro. “Ese” que te hace replantearte todo.

Por tu culpa, y por supuesto por la mía... mi salud se empezaba a quejar muy sonoramente.

Ya tenía suficiente con soportarte, (porque de una manera secreta comencé a odiarte) aunque me contradecía cuando más tarde volvíamos a vernos.

Pese a nuestras constantes idas y venidas, al final, acabábamos de nuevo juntos.

Tu y yo... yo y tu... ¿que sentido tenía? Me hacías daño, me obligabas a mantenerte, a serte fiel... me consumías la vida y lo trágico era... que yo te lo permitía.

Pero los batacazos empezaron a ser constantes... cada vez eran más duros y más salvajes. No me sobreponía de uno para que a continuación llegase otro peor...
Era el momento... sí... “ese” momento en que realmente te das cuenta de lo fugaz que es todo. Que cada día que tienes es un regalo maravilloso y divino... que como todos, haces planes para tu vida, y sientes el ardor de querer cumplirlos... pero en todo esto, había algo que no encajaba... Tu.

No podías seguir en mi vida... y solo de pensarlo, las sienes me estallaban, el corazón me latía descontrolado y la ansiedad se apoderaba por completo de mi... pero al igual que un día decidí no vivir sin ti... esta vez era distinto...

Si quería vivir... debía ser sin ti.

Así que con todo el dolor, la ansiedad, las palpitaciones y todo lo demás...

Decidí decirte ADIOS PARA SIEMPRE.

Estúpido vicio asqueroso, que no me has dado nada bueno... solo has estropeado mi salud y lo peor de todo... has insultado mi fuerza de voluntad... pero no...

Estuve equivocada... pero por fin encontré el valor para arrancarte de mi vida.

¡VETE! Y NUNCA VUELVAS.

 
Maldito cigarrillo... ¿realmente creías que podrías vencerme?


MADRE LUNA

3 DEL 3 DEL 13


Para todos los que como yo... han llegado a “ese momento”
Si realmente se quiere... se puede.